A Internet se la suele mirar con ilusión, o con aprensión, pero
es difícil ser indiferente ante su presencia global, las posibilidades
de conocimiento que ofrece y desde luego, sus insuficiencias y
distorsiones. Con frecuencia sus propagandistas más entusiastas la
adornan con tantos atributos que pareciera, casi, que basta conectarse a
la red de redes para que sus usuarios se vuelvan informados e
instruidos.
En el otro extremo se encuentra la actitud de quienes
rechazan las capacidades que la Internet tiene para mejorar la vida de
la gente. En todo caso la pertinencia de utilizar o no a la Internet es
una discusión cada vez más superada.
Quienes no se acerquen a esta
tecnología de información y comunicación no solo dejarán de
aprovechar sus posibilidades. Además quedarán al margen de las
rutinas, los ritmos y las modalidades con que una significativa porción
de la humanidad (aun pequeña pero que aumenta día tras día) se
informa, divierte, aprende, comercia y se interrelaciona. En la
educación los usos de la Internet han sido diseñados casi siempre de
manera pragmática, sin tomar en cuenta la cobertura todavía limitada
de la red de redes, la necesidad de tener instrucción específica para
aprovecharla y las modalidades que tienen la propagación y el
aprendizaje de contenidos en ese espacio.
Igual que en otros campos la
utilización de la red con propósitos didácticos se enfrentó
inicialmente a la indolencia y al rechazo de quienes en lugar de
entenderla y aprovecharla, quisieron negarla como un recurso útil.
Ahora son pocos los profesores que se rehúsan a utilizar o por lo menos
a conocer las posibilidades de esa tecnología. Pero siguen faltando
recursos e infraestructura y sobre todo, exigencia, entusiasmo y
creatividad para que en el campo de la educación la Internet sea
utilizada intensa y extensamente. Instrumento heterogéneo y vasto
Internet no sustituye a los maestros, ni a la escuela, ni a los
contenidos educativos. Es un instrumento que puede ser
utilizado para dar a conocer contenidos de distinta índole. Si la
empleamos para difundir materiales científicos o literarios la red de
redes funcionará como divulgadora de la ciencia y la literatura, de la
misma manera que propagará pornografía y violencia si los contenidos
que se colocan en ella son de esa naturaleza. A la Internet la hemos
definido como una colección de espejos de la realidad . Si en la vida
fuera de línea hay, como a todos nos consta, abusos, odio, crímenes y
las más variadas perversiones, parte de esa realidad será reflejada en
la Internet. Si como por fortuna ocurre en la vida real también y sobre
todo existen arte, cultura, imaginación, desarrollo y solidaridad entre
tantos otros atributos, esas conductas y sus expresiones tendrán cabida
en la red de redes.
En Internet hay de todo. Su capacidad para alojar
contenidos de la índole más variada constituye uno de sus atributos
más destacados. No solo se está convirtiendo en la biblioteca y
hemeroteca más grande de la que haya podido disponer la humanidad. La
Internet está llegando a ser, antes que nada, el reflejo más acabado
de las costumbres, el pensamiento y el comportamiento humanos. Por eso
es indispensable que los niños y jóvenes aprendan a utilizarla y el
sitio idóneo para ello es la escuela.
Recursos para instruir
Internet es un instrumento de comunicación. Sus singularidades
técnicas (especialmente la interactividad que pueden ejercer sus
usuarios y la casi infinita cantidad y variedad de contenidos que hay en
ella) la distinguen de otros medios de comunicación. A diferencia de
los recursos más elementales en el quehacer educativo la Internet
requiere de una pequeña sofisticación tecnológica de la que no
siempre se dispone. En la enseñanza tradicional basta con que el
profesor tenga pizarrón y gis -a veces, ni siquiera de esos recursos se
dispone-.
Para emplear la Internet hacen falta al menos una computadora
con módem, una conexión a la red y energía eléctrica para alimentar
ese equipo. No es nada del otro mundo, pero en ocasiones las
limitaciones financieras hacen remota la posibilidad de que todas
nuestras escuelas tengan implementos como esos. A veces en países como
el nuestro la exigencia para tener computadoras en las escuelas
públicas parece desmedida, o utópica. Hay maestros que consideran que
antes que equipo informático se requieren mejores instalaciones, mesabancos completos, pizarrones funcionales y desde luego salarios
decorosos. Pero proponer que la computadora con conexión a la red solo
podrá instalarse en la escuela cuando los demás requerimientos
materiales queden satisfechos, puede convertirse en causa de un
históricamente costoso atraso tecnológico y didáctico: sería una
suerte de suicidio educativo.
Brecha digital y educativa
Es necesario
que nuestras escuelas tengan pupitres en buen estado y sus profesores
remuneraciones justas. Pero al mismo tiempo resulta indispensable que
maestros y alumnos cuenten con acceso regular a esa nueva fuente de
conocimiento que es la Internet. Hoy en día no puede haber una
política educativa nacional digna de ese nombre que no incluya la
propagación, intensiva y urgente, de la red de redes en las escuelas.
Para ello, desde luego, se necesitan recursos financieros pero también
que los maestros tengan interés en apoyarse en los instrumentos
informáticos y que las autoridades educativas nacionales cuenten con
visión de mediano y largo plazos. Carecer de una política con esas
características llevaría a profundizar rezagos educativos y culturales
que ya padecemos.
En la sociedad mexicana el empleo de la Internet sigue
siendo patrimonio de un pequeño circuito. La brecha digital que se abre
entre los pocos que tienen acceso y los muchos que no pueden llegar a la
Internet constituye una de las nuevas fuentes de desigualdad en el mundo
entero. Nuestro país no solo no es ajeno a esos desniveles sino que la
inexistencia de políticas públicas ha dejado la promoción de la red
de redes casi exclusivamente en manos de instituciones y empresas
privadas.
Al finalizar 2001 cerca del 4% de los mexicanos tendrá acceso
regular a la Internet. En el transcurso de este año la Internet ha sido
empleada por aproximadamente el 5.5% de los argentinos, el 12% de los
chilenos y el 18% de los españoles. En comparación con otros países
el rezago informático en México es más patente. La población en
línea es del 60% en Estados Unidos, 31% en Alemania, 26% en Australia,
20% en Portugal, 17% en Japón, 9% en Malasia y 5% en Rusia, para
mencionar países en condiciones muy diversas . Enseñar es elegir Hemos
apuntado que la Internet no reemplaza al profesor, ni a la escuela ni a
los contenidos educativos. Pero en el caso de la enseñanza la red de
redes no es un auxiliar didáctico más.
El efecto de Internet puede
llegar a ser tan o más poderoso que la influencia personal del maestro,
el entorno o los contenidos escolares. Toda tecnología, incluso la más
modesta, impone sesgos y matices a los contenidos educativos que se
exponen o comunican con ella.
Cuando un profesor escribe en el pizarrón
las palabras clave de la clase que imparte ese día, ha tenido que
decidir los conceptos que quiere resaltar delante de los alumnos. Lo
mismo sucede con el empleo del retroproyector o la videocasetera. Cada
lección es una elección. Las tecnologías educativas de carácter
convencional permiten sobre todo resaltar y explicar gráficamente los
contenidos que se quieren inculcar en los alumnos. La Internet exige
-más que cualquier otra tecnología- que esa capacidad de elegir se
ponga en práctica, con una diferencia adicional: quien decide ya no es
solamente el maestro, los alumnos se involucrarán pronto en la
selección de los contenidos que quieran conocer.
En una segunda fase en
el aprovechamiento de la Internet ellos mismos -profesores y alumnos-
podrán diseñar sus propios contenidos y alojarlos en la red de redes.
Aprender a seguir aprendiendo El uso educativo de la Internet requiere
del desarrollo de al menos tres vertientes. En primer lugar es preciso
entender a la red de redes como un espacio abierto en el que hay
contenidos de todo género y en donde la destreza primordial consiste en
saber buscar, para decidir a qué sitios nos asomamos y a cuáles no. La
Internet es una colección de espacios potencialmente inacabables en
donde se acumula información muy amplia, la mayor parte de la cual no
ha sido concebida como apoyo en la enseñanza.
La necesidad de aprender
a buscar y a elegir en la Internet resulta más clara si consideramos
que a fines de 2001 tendremos más de 32 millones de sitios web, los
cuales albergarán casi 2 mil 500 millones de páginas. Quienes se
familiarizan con la Internet identifican sus diferencias con otros
instrumentos de enseñanza. La red de redes puede ser utilizada como
apoyo en el trabajo dentro del aula y como complemento en la
realización de tareas, pero también como eje de la enseñanza no
escolarizada. Ese es un tema en el que estas breves notas no
incursionarán. Lo primero, será que profesores y alumnos abandonen
cualquier aprensión acerca de la computadora y la Internet.
Por lo
general los alumnos son más receptivos al manejo de la tecnología que
la mayor parte de sus profesores. Existe una diferencia generacional
patente en la manera como unos y otros se acercan al ordenador. Quienes
han crecido no solo junto a la televisión y la videocasetera sino
además al lado de los videojuegos y la iconografía y la parafernalia
cibernéticas, tienen una facilidad intuitiva para aprovechar las nuevas
tecnologías informáticas de la que no disponen quienes crecieron y
aprendieron a aprender en un entorno tradicional.
Los alumnos en estos
casos suelen aprender más rápido que sus profesores. Esa disparidad
obliga a intensificar la capacitación de los maestros en el
aprovechamiento de tecnologías como la Internet. Más información que
conocimiento Además y en segundo lugar hace falta reconocer el lenguaje
y los estilos de comunicación que prevalecen en la red de redes. No nos
referimos al idioma, ni a los códigos informáticos que es menester
emplear para armar páginas web, sino a las maneras como suelen ser
aprehendidos los contenidos de la Internet.
Los íconos habitualmente
sobresalen sobre el texto, las frases cortas atraen más que los
párrafos con argumentos extensos, a las páginas en la red se las
visita con celeridad como quien hojea un libro en vez de leerlo de cabo
a rabo. La información llega a ser más abundante que el conocimiento.
El discurso argumental tradicional, que coloca premisas para razonar y
deducir para luego arribar a conclusiones, llega a ser sustituido por
grandes verdades que se exhiben sin suficiente solidez en muchas
ocasiones. Esas son tendencias identificables en el uso de la Internet
pero las maneras de asomarse a ella no se agotan en tales prácticas.
Es
pertinente tomarlas en cuenta para evaluar el uso que profesores y
estudiantes puedan hacer de la red de redes. Redes para la enseñanza Un
tercer momento en la apropiación de la Internet para la enseñanza
radica en la preparación de contenidos para colocar en ella pero sobre
todo, en la construcción de redes capaces de involucrar y vincular a
profesores y estudiantes en regiones, disciplinas o niveles capaces de
interesarlos mutuamente.
El filósofo y matemático español Javier
Echeverría lo ha explicado con toda claridad en su obra más importante
sobre los usos de las redes informáticas: "Difícilmente cabrá
hablar de una escuela global, y por ello lo previsible es que se creen
redes educativas y locales que se superpongan y complementen a los
sistemas escolares ya existentes" . El único límite para el
empleo didáctico de la Internet es la capacidad de inventiva de quienes
se interesen en darle ese uso, especialmente los profesores. En ese
plano será preciso ver a la red de redes no solo como la enorme
biblioteca que es sino también como repertorio de plazas en las que se
platica y discute, como colección de espacios abiertos a la creatividad
y al juego y como medio de interlocución e interacción a partir de los
intereses específicos de sus usuarios.
Papel de los maestros
Los
maestros tendrían que saber utilizar la Internet como apoyo dentro del
salón de clases y en la biblioteca de la escuela y, fundamentalmente,
como recurso de investigación para ellos mismos y sus estudiantes. Para
ello no basta que sepan abrir el navegador y desplazar el mouse. Es
pertinente que entiendan las posibilidades junto con las limitaciones de
este recurso para compartir y extender, aunque también matizar o
trivializar el conocimiento.
Lamentablemente la incorporación de los
profesores mexicanos al aprovechamiento de la Internet ha sido lenta.
Recientemente se ha estimado que "de 800 mil docentes de primaria y
secundaria públicas, apenas 5 por ciento, 40 mil mentores, han tomado
un curso básico de la SEP y sólo uno por ciento -según la empresa
Microsoft- usan esta tecnología para dar sus clases".
En
contraste y aunque todas las comparaciones son odiosas, la Internet es
una herramienta de uso cotidiano para el 54 por ciento de los profesores
estadounidenses. A la Internet sería preciso asumirla como un recurso
cuyo manejo resulta imprescindible en la educación contemporánea. Eso
hace necesario que, para poder enseñar con ella y acerca de ella, los
profesores de todos los niveles sepan utilizar la red de redes.
Sería
indispensable entender que hoy en día es imposible hablar de una
completa alfabetización si no incluye las capacidades pertinentes para
encontrar, discernir, cotejar, discutir y colocar contenidos en la
Internet.
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