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Aprender y educar en la Internet

Raúl Trejo Delarbre

Versión de una conferencia en el plantel Ajusco de la Universidad Pedagógica Nacional  en octubre de 2001
 

   A Internet se la suele mirar con ilusión, o con aprensión, pero es difícil ser indiferente ante su presencia global, las posibilidades de conocimiento que ofrece y desde luego, sus insuficiencias y distorsiones.  Con frecuencia sus propagandistas más entusiastas la adornan con tantos atributos que pareciera, casi, que basta conectarse a la red de redes para que sus usuarios se vuelvan informados e instruidos.

   En el otro extremo se encuentra la actitud de quienes rechazan las capacidades que la Internet tiene para mejorar la vida de la gente. En todo caso la pertinencia de utilizar o no a la Internet es una discusión cada vez más superada.

   Quienes no se acerquen a esta tecnología de información y comunicación no solo dejarán de aprovechar sus posibilidades. Además quedarán al margen de las rutinas, los ritmos y las modalidades con que una significativa porción de la humanidad (aun pequeña pero que aumenta día tras día) se informa, divierte, aprende, comercia y se interrelaciona. En la educación los usos de la Internet han sido diseñados casi siempre de manera pragmática, sin tomar en cuenta la cobertura todavía limitada de la red de redes, la necesidad de tener instrucción específica para aprovecharla y las modalidades que tienen la propagación y el aprendizaje de contenidos en ese espacio.

   Igual que en otros campos la utilización de la red con propósitos didácticos se enfrentó inicialmente a la indolencia y al rechazo de quienes en lugar de entenderla y aprovecharla, quisieron negarla como un recurso útil. Ahora son pocos los profesores que se rehúsan a utilizar o por lo menos a conocer las posibilidades de esa tecnología. Pero siguen faltando recursos e infraestructura y sobre todo, exigencia, entusiasmo y creatividad para que en el campo de la educación la Internet sea utilizada intensa y extensamente. Instrumento heterogéneo y vasto

   Internet no sustituye a los maestros, ni a la escuela, ni a los contenidos educativos. Es un instrumento que puede ser utilizado para dar a conocer contenidos de distinta índole. Si la empleamos para difundir materiales científicos o literarios la red de redes funcionará como divulgadora de la ciencia y la literatura, de la misma manera que propagará pornografía y violencia si los contenidos que se colocan en ella son de esa naturaleza. A la Internet la hemos definido como una colección de espejos de la realidad . Si en la vida fuera de línea hay, como a todos nos consta, abusos, odio, crímenes y las más variadas perversiones, parte de esa realidad será reflejada en la Internet. Si como por fortuna ocurre en la vida real también y sobre todo existen arte, cultura, imaginación, desarrollo y solidaridad entre tantos otros atributos, esas conductas y sus expresiones tendrán cabida en la red de redes.

   En Internet hay de todo. Su capacidad para alojar contenidos de la índole más variada constituye uno de sus atributos más destacados. No solo se está convirtiendo en la biblioteca y hemeroteca más grande de la que haya podido disponer la humanidad. La Internet está llegando a ser, antes que nada, el reflejo más acabado de las costumbres, el pensamiento y el comportamiento humanos. Por eso es indispensable que los niños y jóvenes aprendan a utilizarla y el sitio idóneo para ello es la escuela.

 

Recursos para instruir

   Internet es un instrumento de comunicación. Sus singularidades técnicas (especialmente la interactividad que pueden ejercer sus usuarios y la casi infinita cantidad y variedad de contenidos que hay en ella) la distinguen de otros medios de comunicación. A diferencia de los recursos más elementales en el quehacer educativo la Internet requiere de una pequeña sofisticación tecnológica de la que no siempre se dispone. En la enseñanza tradicional basta con que el profesor tenga pizarrón y gis -a veces, ni siquiera de esos recursos se dispone-.

   Para emplear la Internet hacen falta al menos una computadora con módem, una conexión a la red y energía eléctrica para alimentar ese equipo. No es nada del otro mundo, pero en ocasiones las limitaciones financieras hacen remota la posibilidad de que todas nuestras escuelas tengan implementos como esos. A veces en países como el nuestro la exigencia para tener computadoras en las escuelas públicas parece desmedida, o utópica. Hay maestros que consideran que antes que equipo informático se requieren mejores instalaciones, mesabancos completos, pizarrones funcionales y desde luego salarios decorosos. Pero proponer que la computadora con conexión a la red solo podrá instalarse en la escuela cuando los demás requerimientos materiales queden satisfechos, puede convertirse en causa de un históricamente costoso atraso tecnológico y didáctico: sería una suerte de suicidio educativo.

 

Brecha digital y educativa

   Es necesario que nuestras escuelas tengan pupitres en buen estado y sus profesores remuneraciones justas. Pero al mismo tiempo resulta indispensable que maestros y alumnos cuenten con acceso regular a esa nueva fuente de conocimiento que es la Internet. Hoy en día no puede haber una política educativa nacional digna de ese nombre que no incluya la propagación, intensiva y urgente, de la red de redes en las escuelas. Para ello, desde luego, se necesitan recursos financieros pero también que los maestros tengan interés en apoyarse en los instrumentos informáticos y que las autoridades educativas nacionales cuenten con visión de mediano y largo plazos. Carecer de una política con esas características llevaría a profundizar rezagos educativos y culturales que ya padecemos.

   En la sociedad mexicana el empleo de la Internet sigue siendo patrimonio de un pequeño circuito. La brecha digital que se abre entre los pocos que tienen acceso y los muchos que no pueden llegar a la Internet constituye una de las nuevas fuentes de desigualdad en el mundo entero. Nuestro país no solo no es ajeno a esos desniveles sino que la inexistencia de políticas públicas ha dejado la promoción de la red de redes casi exclusivamente en manos de instituciones y empresas privadas.

   Al finalizar 2001 cerca del 4% de los mexicanos tendrá acceso regular a la Internet. En el transcurso de este año la Internet ha sido empleada por aproximadamente el 5.5% de los argentinos, el 12% de los chilenos y el 18% de los españoles. En comparación con otros países el rezago informático en México es más patente. La población en línea es del 60% en Estados Unidos, 31% en Alemania, 26% en Australia, 20% en Portugal, 17% en Japón, 9% en Malasia y 5% en Rusia, para mencionar países en condiciones muy diversas . Enseñar es elegir Hemos apuntado que la Internet no reemplaza al profesor, ni a la escuela ni a los contenidos educativos. Pero en el caso de la enseñanza la red de redes no es un auxiliar didáctico más.

   El efecto de Internet puede llegar a ser tan o más poderoso que la influencia personal del maestro, el entorno o los contenidos escolares. Toda tecnología, incluso la más modesta, impone sesgos y matices a los contenidos educativos que se exponen o comunican con ella.

   Cuando un profesor escribe en el pizarrón las palabras clave de la clase que imparte ese día, ha tenido que decidir los conceptos que quiere resaltar delante de los alumnos. Lo mismo sucede con el empleo del retroproyector o la videocasetera. Cada lección es una elección. Las tecnologías educativas de carácter convencional permiten sobre todo resaltar y explicar gráficamente los contenidos que se quieren inculcar en los alumnos. La Internet exige -más que cualquier otra tecnología- que esa capacidad de elegir se ponga en práctica, con una diferencia adicional: quien decide ya no es solamente el maestro, los alumnos se involucrarán pronto en la selección de los contenidos que quieran conocer.

   En una segunda fase en el aprovechamiento de la Internet ellos mismos -profesores y alumnos- podrán diseñar sus propios contenidos y alojarlos en la red de redes. Aprender a seguir aprendiendo El uso educativo de la Internet requiere del desarrollo de al menos tres vertientes. En primer lugar es preciso entender a la red de redes como un espacio abierto en el que hay contenidos de todo género y en donde la destreza primordial consiste en saber buscar, para decidir a qué sitios nos asomamos y a cuáles no. La Internet es una colección de espacios potencialmente inacabables en donde se acumula información muy amplia, la mayor parte de la cual no ha sido concebida como apoyo en la enseñanza.

   La necesidad de aprender a buscar y a elegir en la Internet resulta más clara si consideramos que a fines de 2001 tendremos más de 32 millones de sitios web, los cuales albergarán casi 2 mil 500 millones de páginas. Quienes se familiarizan con la Internet identifican sus diferencias con otros instrumentos de enseñanza. La red de redes puede ser utilizada como apoyo en el trabajo dentro del aula y como complemento en la realización de tareas, pero también como eje de la enseñanza no escolarizada. Ese es un tema en el que estas breves notas no incursionarán. Lo primero, será que profesores y alumnos abandonen cualquier aprensión acerca de la computadora y la Internet.

   Por lo general los alumnos son más receptivos al manejo de la tecnología que la mayor parte de sus profesores. Existe una diferencia generacional patente en la manera como unos y otros se acercan al ordenador. Quienes han crecido no solo junto a la televisión y la videocasetera sino además al lado de los videojuegos y la iconografía y la parafernalia cibernéticas, tienen una facilidad intuitiva para aprovechar las nuevas tecnologías informáticas de la que no disponen quienes crecieron y aprendieron a aprender en un entorno tradicional.

   Los alumnos en estos casos suelen aprender más rápido que sus profesores. Esa disparidad obliga a intensificar la capacitación de los maestros en el aprovechamiento de tecnologías como la Internet. Más información que conocimiento Además y en segundo lugar hace falta reconocer el lenguaje y los estilos de comunicación que prevalecen en la red de redes. No nos referimos al idioma, ni a los códigos informáticos que es menester emplear para armar páginas web, sino a las maneras como suelen ser aprehendidos los contenidos de la Internet.

   Los íconos habitualmente sobresalen sobre el texto, las frases cortas atraen más que los párrafos con argumentos extensos, a las páginas en la red se las visita con celeridad como quien hojea un libro en vez de leerlo de cabo a rabo. La información llega a ser más abundante que el conocimiento. El discurso argumental tradicional, que coloca premisas para razonar y deducir para luego arribar a conclusiones, llega a ser sustituido por grandes verdades que se exhiben sin suficiente solidez en muchas ocasiones. Esas son tendencias identificables en el uso de la Internet pero las maneras de asomarse a ella no se agotan en tales prácticas.

   Es pertinente tomarlas en cuenta para evaluar el uso que profesores y estudiantes puedan hacer de la red de redes. Redes para la enseñanza Un tercer momento en la apropiación de la Internet para la enseñanza radica en la preparación de contenidos para colocar en ella pero sobre todo, en la construcción de redes capaces de involucrar y vincular a profesores y estudiantes en regiones, disciplinas o niveles capaces de interesarlos mutuamente.

   El filósofo y matemático español Javier Echeverría lo ha explicado con toda claridad en su obra más importante sobre los usos de las redes informáticas: "Difícilmente cabrá hablar de una escuela global, y por ello lo previsible es que se creen redes educativas y locales que se superpongan y complementen a los sistemas escolares ya existentes" . El único límite para el empleo didáctico de la Internet es la capacidad de inventiva de quienes se interesen en darle ese uso, especialmente los profesores. En ese plano será preciso ver a la red de redes no solo como la enorme biblioteca que es sino también como repertorio de plazas en las que se platica y discute, como colección de espacios abiertos a la creatividad y al juego y como medio de interlocución e interacción a partir de los intereses específicos de sus usuarios.

 

Papel de los maestros

   Los maestros tendrían que saber utilizar la Internet como apoyo dentro del salón de clases y en la biblioteca de la escuela y, fundamentalmente, como recurso de investigación para ellos mismos y sus estudiantes. Para ello no basta que sepan abrir el navegador y desplazar el mouse. Es pertinente que entiendan las posibilidades junto con las limitaciones de este recurso para compartir y extender, aunque también matizar o trivializar el conocimiento.

   Lamentablemente la incorporación de los profesores mexicanos al aprovechamiento de la Internet ha sido lenta. Recientemente se ha estimado que "de 800 mil docentes de primaria y secundaria públicas, apenas 5 por ciento, 40 mil mentores, han tomado un curso básico de la SEP y sólo uno por ciento -según la empresa Microsoft- usan esta tecnología para dar sus clases".

   En contraste y aunque todas las comparaciones son odiosas, la Internet es una herramienta de uso cotidiano para el 54 por ciento de los profesores estadounidenses. A la Internet sería preciso asumirla como un recurso cuyo manejo resulta imprescindible en la educación contemporánea. Eso hace necesario que, para poder enseñar con ella y acerca de ella, los profesores de todos los niveles sepan utilizar la red de redes.

   Sería indispensable entender que hoy en día es imposible hablar de una completa alfabetización si no incluye las capacidades pertinentes para encontrar, discernir, cotejar, discutir y colocar contenidos en la Internet.

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