El sitio de Raúl Trejo Delarbre

Democracia amenazada,

medios bajo observación

Raúl Trejo Delarbre  

Esta es parte de la presentación del libro Mediocracia sin mediaciones. Prensa, televisión y elecciones publicado por Cal y Arena en 2001    

La democracia consiste en poner bajo control el poder político. Es esta su característica esencial. En una democracia no debería existir ningún poder no controlado. Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertido en un poder político colosal, se podía decir que potencialmente, el más importante de todos, como si fuera Dios mismo quien habla. Y así será si continuamos consintiendo el abuso. Se ha convertido en un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin al abuso de ese poder... Creo que un nuevo Hitler tendría, con la televisión, un poder infinito.

Karl R. Popper [1].

 

 

La que formulaba Sir Karl Popper en 1994 no es una advertencia cualquiera. Es imposible decir que el autor de La Sociedad Abierta y sus Enemigos tuviera un espíritu totalitario, o restrictivo. Fue un pensador singularizado por la defensa antidogmática de las libertades, sistemáticamente opuesto a los que consideraba abusos del Estado. Por eso resulta especialmente autorizado el llamado de atención que Popper hacía en su último ensayo, que entregó para su publicación apenas un día antes de su muerte, a los 92 años, en septiembre de 1994. La democracia contemporánea ha creado complejos sistemas de participación, representación y contrapesos. El sufragio es la fuente originaria del consenso y junto con él, tanto para garantizarlo como para supervisar el desempeño de los gobernantes y representantes así electos, existen instituciones, organizaciones y reglas que forman parte del entramado tanto estatal como de la sociedad. Pero algo fundamental ha quedado fuera de las instituciones y en muchas ocasiones más allá de las leyes: los medios de comunicación han alcanzado tal influencia que no sólo complementan, sino a veces inclusive sustituyen a la política.

   La preocupación del austriaco Popper se dirigía específicamente a un medio de comunicación: "una democracia no puede existir si no pone bajo control la televisión o, más precisamente, no podrá existir por mucho tiempo cuando el poder de la televisión se descubra plenamente", decía en ese ensayo. Quizá el diagnóstico de Popper haya sido tardío --aún no sabemos si su advertencia también lo fue--porque para entonces, al menos en el terreno de la política, los medios electrónicos desde hace rato han sido imprescindibles y cada vez más dejan de ser instrumentos, para convertirse en actores de los procesos políticos, con agendas e intereses propios.

 

 

 

Novedades y limitaciones en

la sociología de la comunicación

La interacción entre política y medios, es tan evidente como intensa en nuestros días. Una y otros, se complementan e incluso llegan a sustituirse. Los espacios privilegiados de los partidos y los dirigentes políticos para el proselitismo y el afianzamiento de sus posiciones en las sociedades modernas, son sin lugar a dudas los medios de comunicación.

   Hoy en día, existe una abundante literatura sobre la interacción entre medios de comunicación y política, especialmente aunque no sólo en el transcurso de procesos electorales. Sin embargo, la gran mayoría de esos estudios describen experiencias específicas sin mirar demasiado a las tendencias generales que ya pueden identificarse en el comportamiento de los medios. Además, casi siempre esas investigaciones se realizan desde la perspectiva de los estudios culturales, o desde las llamadas ciencias de la comunicación o la información. Y, en tercer lugar, la mayor parte de tales trabajos se han realizado en los Estados Unidos y en menor medida en Europa Occidental. El estudio de los medios desde una perspectiva sociológica y en México, ha sido casi inexistente hasta ahora.

   Tampoco ha sido frecuente, aunque esa indolencia comienza a ser superada, que al papel de los medios se le ubique en el estudio de los procesos de cambio político en las sociedades contemporáneas. Hace menos de un lustro el profesor californiano Daniel C. Hallin advertía, con preocupación, esa laguna en las reflexiones sobre las transiciones políticas en países como México: "El papel de los medios en el desarrollo de la democracia en América Latina está sorprendentemente poco teorizado. Muchos trabajos sobre las transiciones democráticas no dicen virtualmente nada acerca de ese asunto. En el muy conocido texto de O'Donell, Schmitter y Whitehead Transiciones desde un Gobierno Autoritario: América Latina, por ejemplo, no hay referencias en el índice ni para 'prensa' ni para 'medios' " [2]. Ese vacío en el estudio sobre los cambios políticos en México y el resto de América Latina se ha mantenido, en términos generales, todavía a fines de la última década del siglo. El ingrediente comunicacional o, para decirlo de otra manera, el papel de los medios, aún es soslayado en la mayor parte de las explicaciones acerca de las transformaciones políticas e incluso en el estudio sobre la cultura política en estas sociedades.

   La sociología de los medios de comunicación es una disciplina relativamente nueva en nuestro país, aún sin un bagaje teórico suficientemente sólido ni apuntalado en experiencias abundantes. Apenas desde hace pocos años (a mediados de la década de los ochenta, cuando muy lejos) se ha empezado a estudiar a los medios tomando en cuenta su interacción con la sociedad, más allá de las disecciones ideológicas o incluso semánticas de sus contenidos y mensajes. Esa condición relativamente nueva del estudio de los medios desde una mirada sociológica, implica limitaciones y necesidades peculiares: el contexto y la atención para ese tipo de investigaciones resulta escaso, la metodología es casi inexistente y la atención académica a los resultados de ese trabajo todavía es precaria.

   El estudio de los medios de comunicación en América Latina, si bien reciente, ha avanzado con lentitud en la exploración de vertientes capaces de rescatar la complejidad, al mismo tiempo que la especificidad, de los procesos de comunicación en las sociedades contemporáneas. Un investigador catalán, después de evaluar las tendencias del estudio académico de los medios en esta región, presentó el siguiente diagnóstico: "En los años setenta, las incipientes investigaciones se orientaron a la evaluación de los efectos de los medios, así como a los estudios de periodismo (didáctica, profesión e historia) y a la comunicación rural y popular, generalmente desde una perspectiva funcionalista y desarrollista. Una década más tarde se produjo un gran auge de este tipo de investigaciones: aumentaron los estudios sobre prensa --análisis sociológicos y de contenido--  y aparecieron los de radio y televisión --efectos, programación, uso educativo--, la mayoría de ellos influidos por la 'teoría crítica' de la Escuela de Frankfurt, la semiótica y el estructuralismo. Finalmente, en los años ochenta comenzó a aceptarse la complejidad de los fenómenos comunicativos, rechazándose muchos esquemas simplistas e ingenuos: la investigación se volvió más crítica y comprometida --especialmente en los estudios de recepción-- , pero también más relacionada con la actividad técnica y profesional" [3].

   Esa reseña dibuja con gran fidelidad las tendencias de la investigación mexicana sobre medios de comunicación. En los años setenta, los aún escasos trabajos académicos en esa área consistían en recuentos de la historia de la prensa mexicana, había algunas descripciones del uso de los medios como apoyo a la enseñanza o a la organización comunitaria y se publicaban también algunos trabajos sobre medios alternativos, muy en la corriente que con éxito aunque secuelas discutibles desplegó en Chile el especialista belga Armand Mattelart. Más tarde, nuestra atención se encauzó a explicar el funcionamiento de las grandes empresas de comunicación, muy especialmente Televisa: aquellos trabajos eran fundamentalmente de introspección en la ideología de los contenidos y en la estructura corporativa; simultáneamente, proliferaron los estudios acerca de contenidos simbólicos y análisis de discurso. La descripción de las tecnologías entonces nuevas (sistemas de cable y satélites, videograbaciones y fibras ópticas, etcétera) llamó la atención por las posibilidades que ofrecían para ampliar el número de emisores y así, como opciones a la democratización mediática. Más tarde, muchos colegas se dedicaron a temas específicos como la comunicación organizacional y, de manera significativa, algunos de los autores que en los años setenta y ochenta habían destacado por sus estudios pioneros de la comunicación mexicana, se volvieron ellos mismos productores y directivos en empresas de comunicación públicas y privadas, o se dedicaron a la indagación académica de otros temas.

   Con una temática variada y cambiante, la investigación mexicana sobre medios de comunicación ha ido desplazándose del análisis de los discursos (emprendido desde muy variadas vertientes metodológicas) a los estudios con sustento documental empírico. Ya no se escribe y opina sobre los medios solamente a partir de la interpretación subjetiva del investigador, o con apoyo nada más en recuentos históricos y en materiales hemerográficos sino, junto con ello, parece haber una clara tendencia al empleo de otros soportes analíticos (encuestas, estudios de audiencia, medición de espacios, etcétera).

   Hay, incluso, análisis empírico de la investigación en comunicación gracias a lo cual es posible describir ese cambio. Una evaluación de 877 documentos académicos sobre comunicación producidos entre 1956 y 1986, encontraba que solamente el 38% tenía evidencias de contenido empírico. En cambio una nueva revisión, efectuada por el mismo autor entre 1019 documentos (libros, artículos en libros y revistas, cuadernos, tesis de posgrado) identificó contenido empírico en el 45% [4].

   Las corrientes metodológicas y el significado teórico de esas investigaciones, no han sido del todo específicas. De hecho, puede decirse que tanto en el plano internacional como específicamente en México, aún están construyéndose los paradigmas capaces de explicar el comportamiento de los medios y sus interacciones en y con la sociedad. Ese proceso no es sencillo, pero siempre resulta fascinante, debido al carácter mudable y dinámico de los sujetos de su estudio: quizá no hay actores sociales tan cambiante como los medios de comunicación, cuyos rasgos formales y cuya influencia entre los públicos se modifican o incrementan constantemente.

   Ese auge reciente en los estudios de sociología de la comunicación, permite reconocer la complejidad de los procesos en virtud de los cuales los medios actúan para reforzar, propiciar o reorientar comportamientos específicos en  grupos sociales. Para ello es importante conocer cómo se definen las agendas en los medios de comunicación. De manera especial, se le ha conferido un reconocimiento singular al estudio de los mecanismos merced a los cuales un editor, o un periodista, deciden a cuáles noticias han de darles relevancia. Tales criterios, significan rutinas afianzadas y entendidas en cada medio, pero determinadas por influencias muy diversas. Los medios no actúan de manera mecánica, ni las decisiones a su interior suelen estar propiciadas por motivaciones simples. Esa complejidad, es preciso reconocerla para eludir la tentación de arribar a conclusiones apresuradas. El análisis del comportamiento específico de los medios en coyunturas peculiares, tendría que estar enmarcado en esa diversidad de tensiones, intereses y costumbres que definen las decisiones en las empresas de comunicación.

   Conforme se desarrolla y entonces se diversifica, el estudio de los medios tiende a reconocer esa multiplicidad, aunque no siempre es sencillo. El prestigiado investigador Mauro Wolf explicó, al respecto: "De la exposición de las principales características y resultados de los estudios sobre la producción de la información, podemos concluir que este tipo de análisis ha evidenciado claramente, por un lado, la complejidad de los elementos en juego, y por otro las determinaciones estructurales de la cobertura informativa y de la representación de la realidad social que los media ofrecen normalmente".

   Más aún, de acuerdo con ese autor: "La significatividad de dicha tendencia de análisis consiste también, sin embargo, en la integración de las exigencias más destacadas por la actual communication research. En primer lugar, la pertinencia sociológica de esta aproximación es neta y se incorpora al filón hoy dominante de la mediología; la influencia de la sociología del conocimiento puede advertirse claramente en el intento que estos estudios llevan a cabo de explicitar las raíces de la distorsión que caracteriza a la información de masas y los procesos de mediación simbólica a que da lugar. La complementariedad entre este análisis y el análisis sobre los efectos a largo plazo (en particular la hipótesis de la agenda setting) aparece teóricamente fundada y congruente, aunque en gran parte esté todavía por realizar sobre líneas de análisis específicas. Pero desde otro punto de vista, puede afirmarse que los análisis sobre el newsmaking describen el trabajo comunicativo de los emisores como un proceso en el que 'dentro hay de todo' (rutinas pegajosas, distorsiones intrínsecas, estereotipos funcionales, precedentes sedimentados, etc.). Sobre la base de la etnografía de los mass media, estos análisis articulan y determinan empíricamente los numerosos niveles de construcción de los textos informativos de masas. Representan por tanto un primer intento, a nivel empírico, de describir las prácticas comunicativas que dan lugar a las formas textuales recibidas por los destinatarios" [5].

 

¿Cómo influyen los medios en

la decisión de los electores?

El de los efectos de los medios en la sociedad o en grupos específicos de ella ha sido un tema difícil, sobre todo por la complejidad de los estudios de campo en esa área. De la misma manera, la sociología de los procesos electorales (sociología de la transición, se aventuran a denominarla algunos) tiene un arraigo reciente y justamente ahora en México, presenciamos y participamos de la indagación de la organización, evaluación y la prospectiva incluso, de los comicios y sus diversos actores políticos.

    ¿En qué medida la influencia de los medios define o modifica la decisión electoral de los ciudadanos? Esa es la pregunta esencial, aunque no siempre del todo explícita, en la discusión académica sobre las campañas políticas y los medios. La interpretación más mecánica, pero todavía de frecuente éxito tanto entre analistas como entre profesionales de la mercadotecnia política, sugiere que mientras más intensa es una campaña, mayores serán sus posibilidades para moldear las convicciones políticas de los electores. Se supone, así, que hay dos factores preponderantes para que los medios tengan tal influencia. El primero de ellos, es la capacidad financiera de un partido o un candidato: la exposición en los medios cuesta y la exposición intensa cuesta mucho, especialmente en aquellos sistemas electorales en los que está permitida la compra de espacios para anuncios políticos en la televisión y la radio. El segundo factor, relacionado con el anterior, es la asesoría que el candidato y su campaña reciban en materia de medios de comunicación. Esa vertiente interpretativa (que está presente en el análisis académico, pero también en el discurso político) supone que el éxito electoral depende fundamentalmente de recursos para pagar espacios en los medios y con recomendaciones adecuadas para manufacturar una imagen apropiada.

   A esa corriente, emparentada con la escuela comunicacional que supone que los medios determinan actitudes de los públicos por encima del contexto social y otras influencias, se le denomina "el modelo hipodérmico". Con ese término, se describe la idea de que a la sociedad se le "inyectan" mensajes capaces de determinar sus conductas, entre otros campos en la participación electoral. Más recientemente sin embargo, nuevas investigaciones y una reflexión más crítica sobre los elementos que determinan la cultura política de los ciudadanos, han reconocido que la influencia de los medios no es tan mecánica como algunos estudiosos han supuesto.

   Los medios de comunicación --y aquí nos referimos a sus efectos políticos pero esta consideración puede ampliarse a otro tipo de consecuencias--  tienen un ascendiente enorme, quizá en ocasiones incluso mayor al de otras fuentes de acreditación de valores y convicciones. Pero su efecto, está determinado y circunscrito por el contexto de cada persona o de cada colectividad. El habitante de una colonia en donde la mayoría de los vecinos son adeptos de un partido político, tendrá un entorno más receptivo a ese que a otros partidos, por ejemplo. Los mensajes de carácter político que obtenga a través de los medios, serán tamizados por ese contexto.

   La teoría de la "aguja hipodérmica", que ha sido cuestionada respecto de otras áreas (por ejemplo en la discusión sobre los efectos que tienen los contenidos violentos en la televisión) también es limitada para entender la influencia de los mensajes políticos. Varios estudiosos de dicho tema, han considerado que esa línea de interpretación es demasiado simple: "Las elecciones pueden ser ganadas por campañas bien diseñadas y bien financiadas", sin embargo, hay que tomar en cuenta que la influencia de los mensajes de campaña se debe "no sólo a las cualidades intrínsecas de esos mensajes, sino al acoplamiento o al ajuste entre ellas y el contexto de las campañas" [6].

   La nueva interrelación entre los medios y los asuntos públicos, especialmente políticos, plantea nuevas vertientes a la sociología de la comunicación. Ya no se trata sólo de diagnosticar efectos, sino de entender motivaciones y posibilidades de los medios. El especialista argentino Humberto Muraro, escribió hace no muchos años: "aquello que puede ser un infierno para los políticos –verdaderos aprendices de brujo de la comunicación– ha llegado a ser un paraíso para los investigadores sociales y culturales. Agotadas ya las discusiones estériles acerca del poder manipulatorio del advertising político –que no fueron sino una mustia reedición de las viejas discusiones sobre el poder enajenador de la TV– queda ahora en claro que la acumulación de investigaciones, por encuestas o según técnicas cualitativas, permite acceder de manera más directa a procesos de formación de las opiniones y demandas de la ciudadanía cuya riqueza y complejidad no encajan en las nociones tradicionales de 'cultural popular', 'cultura nacional' o 'ideología'. La coyuntura histórica, en síntesis, ha tenido la deferencia de regalarles un verdadero laboratorio político cultural" [7].

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[1] Karl R. Popper, "Licencia para hacer televisión", en Nexos No. 220, México, abril de 1996.

[2] Daniel C. Hallin, Dos Instituciones un Camino: Television and State in the 1994 Mexican Election. Ponencia presentada al XIX Congreso de la Latin American Studies Association. Washington. D.C., septiembre 28-30, 1994. La obra a la que se refiere el profesor Hallin, compilada por Guillermo O'Donell, Philippe C. Schmitter y Laurence Whitehead, Transiciones Desde un Gobierno Autoritario, en cuatro tomos, se encuentra publicada en español por Paidós, Buenos Aires, 1988.

[3] Daniel E. Jones, "Investigación sobre Comunicación en América Latina". El Ciervo, No, 566, Barcelona, mayo de 1998.

[4] Raúl Fuentes Navarro, La Investigación de la Comunicación en México. Sistematización documental 1986-1994. Universidad de Guadalajara e ITESO, 1996, p. 19.

[5] Mauro Wolf, La Investigación de la Comunicación de Masas. Crítica y Perspectivas. Ediciones Paidós, Barcelona, 1987, pp. 288-289.

[6] Stephen Ansolabehere, Shanto Iyengar y Adam Simon, "Shifting Perspectives on the Effects of Campaign Communication", en Shanto Iyengar y Richard Reeves, editores, Do the Media Govern? Politicians, Voters, and Reporters in America. Sage Publications, California, 1997, p. 152.

[7] Heriberto Muraro, "Marketing y publicidad política en la América Latina. Un laboratorio político-cultural" en Telos No. 47, Madrid, septiembre-noviembre de 1996, pp. 94-95.