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Democracia amenazada,
medios bajo observación
La democracia consiste en poner bajo control el poder político. Es esta su característica esencial. En una democracia no debería existir ningún poder no controlado. Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertido en un poder político colosal, se podía decir que potencialmente, el más importante de todos, como si fuera Dios mismo quien habla. Y así será si continuamos consintiendo el abuso. Se ha convertido en un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin al abuso de ese poder... Creo que un nuevo Hitler tendría, con la televisión, un poder infinito. Karl
R. Popper [1]. La que
formulaba Sir Karl Popper en
1994 no es una advertencia cualquiera. Es imposible decir que el autor de La
Sociedad Abierta y sus Enemigos tuviera un espíritu totalitario, o
restrictivo. Fue un pensador singularizado por la defensa antidogmática de las
libertades, sistemáticamente opuesto a los que consideraba abusos del Estado.
Por eso resulta especialmente autorizado el llamado de atención que Popper hacía
en su último ensayo, que entregó para su publicación apenas un día antes de
su muerte, a los 92 años, en septiembre de 1994. La democracia contemporánea
ha creado complejos sistemas de participación, representación y contrapesos.
El sufragio es la fuente originaria del consenso y junto con él, tanto para
garantizarlo como para supervisar el desempeño de los gobernantes y
representantes así electos, existen instituciones, organizaciones y reglas que
forman parte del entramado tanto estatal como de la sociedad. Pero algo
fundamental ha quedado fuera de las instituciones y en muchas ocasiones más allá
de las leyes: los medios de comunicación han alcanzado tal influencia que no sólo
complementan, sino a veces inclusive sustituyen a la política.
La preocupación del austriaco Popper se dirigía específicamente a un
medio de comunicación: "una democracia no puede existir si no pone bajo
control la televisión o, más precisamente, no podrá existir por mucho tiempo
cuando el poder de la televisión se descubra plenamente", decía en ese
ensayo. Quizá el diagnóstico de Popper haya sido tardío --aún no sabemos si
su advertencia también lo fue--porque para entonces, al menos en el terreno de
la política, los medios electrónicos desde hace rato han sido imprescindibles
y cada vez más dejan de ser instrumentos, para convertirse en actores de los
procesos políticos, con agendas e intereses propios. Novedades
y limitaciones en la
sociología de la comunicación La interacción entre política y medios, es tan evidente como intensa en
nuestros días. Una y otros, se complementan e incluso llegan a sustituirse. Los
espacios privilegiados de los partidos y los dirigentes políticos para el
proselitismo y el afianzamiento de sus posiciones en las sociedades modernas,
son sin lugar a dudas los medios de comunicación. Hoy en día, existe una
abundante literatura sobre la interacción entre medios de comunicación y política,
especialmente aunque no sólo en el transcurso de procesos electorales. Sin
embargo, la gran mayoría de esos estudios describen experiencias específicas
sin mirar demasiado a las tendencias generales que ya pueden identificarse en el
comportamiento de los medios. Además, casi siempre esas investigaciones se
realizan desde la perspectiva de los estudios culturales, o desde las llamadas
ciencias de la comunicación o la información. Y, en tercer lugar, la mayor
parte de tales trabajos se han realizado en los Estados Unidos y en menor medida
en Europa Occidental. El estudio de los medios desde una perspectiva sociológica
y en México, ha sido casi inexistente hasta ahora. Tampoco ha sido
frecuente, aunque esa indolencia comienza a ser superada, que al papel de los
medios se le ubique en el estudio de los procesos de cambio político en las
sociedades contemporáneas. Hace menos de un lustro el profesor californiano
Daniel C. Hallin advertía, con preocupación, esa laguna en las reflexiones
sobre las transiciones políticas en países como México: "El papel de los
medios en el desarrollo de la democracia en América Latina está
sorprendentemente poco teorizado. Muchos trabajos sobre las transiciones democráticas
no dicen virtualmente nada acerca de ese asunto. En el muy conocido texto de
O'Donell, Schmitter y Whitehead Transiciones
desde un Gobierno Autoritario: América Latina, por ejemplo, no hay
referencias en el índice ni para 'prensa' ni para 'medios' " [2].
Ese vacío en el estudio sobre los cambios políticos en México y el resto de
América Latina se ha mantenido, en términos generales, todavía a fines de la
última década del siglo. El ingrediente comunicacional o, para decirlo de otra
manera, el papel de los medios, aún es soslayado en la mayor parte de las
explicaciones acerca de las transformaciones políticas e incluso en el estudio
sobre la cultura política en estas sociedades. La sociología de los
medios de comunicación es una disciplina relativamente nueva en nuestro país,
aún sin un bagaje teórico suficientemente sólido ni apuntalado en
experiencias abundantes. Apenas desde hace pocos años (a mediados de la década
de los ochenta, cuando muy lejos) se ha empezado a estudiar a los medios tomando
en cuenta su interacción con la sociedad, más allá de las disecciones ideológicas
o incluso semánticas de sus contenidos y mensajes. Esa condición relativamente
nueva del estudio de los medios desde una mirada sociológica, implica
limitaciones y necesidades peculiares: el contexto y la atención para ese tipo
de investigaciones resulta escaso, la metodología es casi inexistente y la
atención académica a los resultados de ese trabajo todavía es precaria. El estudio de los medios
de comunicación en América Latina, si bien reciente, ha avanzado con lentitud
en la exploración de vertientes capaces de rescatar la complejidad, al mismo
tiempo que la especificidad, de los procesos de comunicación en las sociedades
contemporáneas. Un investigador catalán, después de evaluar las tendencias
del estudio académico de los medios en esta región, presentó el siguiente
diagnóstico: "En los años setenta, las incipientes investigaciones se
orientaron a la evaluación de los efectos de los medios, así como a los
estudios de periodismo (didáctica, profesión e historia) y a la comunicación
rural y popular, generalmente desde una perspectiva funcionalista y
desarrollista. Una década más tarde se produjo un gran auge de este tipo de
investigaciones: aumentaron los estudios sobre prensa --análisis sociológicos
y de contenido-- y aparecieron los
de radio y televisión --efectos, programación, uso educativo--, la mayoría de
ellos influidos por la 'teoría crítica' de la Escuela de Frankfurt, la semiótica
y el estructuralismo. Finalmente, en los años ochenta comenzó a aceptarse la
complejidad de los fenómenos comunicativos, rechazándose muchos esquemas
simplistas e ingenuos: la investigación se volvió más crítica y comprometida
--especialmente en los estudios de recepción-- , pero también más relacionada
con la actividad técnica y profesional" [3]. Esa reseña dibuja con
gran fidelidad las tendencias de la investigación mexicana sobre medios de
comunicación. En los años setenta, los aún escasos trabajos académicos en
esa área consistían en recuentos de la historia de la prensa mexicana, había
algunas descripciones del uso de los medios como apoyo a la enseñanza o a la
organización comunitaria y se publicaban también algunos trabajos sobre medios
alternativos, muy en la corriente que con éxito aunque secuelas discutibles
desplegó en Chile el especialista belga Armand Mattelart. Más tarde, nuestra
atención se encauzó a explicar el funcionamiento de las grandes empresas de
comunicación, muy especialmente Televisa: aquellos trabajos eran
fundamentalmente de introspección en la ideología de los contenidos y en la
estructura corporativa; simultáneamente, proliferaron los estudios acerca de
contenidos simbólicos y análisis de discurso. La descripción de las tecnologías
entonces nuevas (sistemas de cable y satélites, videograbaciones y fibras ópticas,
etcétera) llamó la atención por las posibilidades que ofrecían para ampliar
el número de emisores y así, como opciones a la democratización mediática. Más
tarde, muchos colegas se dedicaron a temas específicos como la comunicación
organizacional y, de manera significativa, algunos de los autores que en los años
setenta y ochenta habían destacado por sus estudios pioneros de la comunicación
mexicana, se volvieron ellos mismos productores y directivos en empresas de
comunicación públicas y privadas, o se dedicaron a la indagación académica
de otros temas. Con una temática variada
y cambiante, la investigación mexicana sobre medios de comunicación ha ido
desplazándose del análisis de los discursos (emprendido desde muy variadas
vertientes metodológicas) a los estudios con sustento documental empírico. Ya
no se escribe y opina sobre los medios solamente a partir de la interpretación
subjetiva del investigador, o con apoyo nada más en recuentos históricos y en
materiales hemerográficos sino, junto con ello, parece haber una clara
tendencia al empleo de otros soportes analíticos (encuestas, estudios de
audiencia, medición de espacios, etcétera). Hay, incluso, análisis
empírico de la investigación en comunicación gracias a lo cual es posible
describir ese cambio. Una evaluación de 877 documentos académicos sobre
comunicación producidos entre 1956 y 1986, encontraba que solamente el 38% tenía
evidencias de contenido empírico. En cambio una nueva revisión, efectuada por
el mismo autor entre 1019 documentos (libros, artículos en libros y revistas,
cuadernos, tesis de posgrado) identificó contenido empírico en el 45% [4].
Las corrientes metodológicas
y el significado teórico de esas investigaciones, no han sido del todo específicas.
De hecho, puede decirse que tanto en el plano internacional como específicamente
en México, aún están construyéndose los paradigmas capaces de explicar el
comportamiento de los medios y sus interacciones en y con la sociedad. Ese
proceso no es sencillo, pero siempre resulta fascinante, debido al carácter
mudable y dinámico de los sujetos de su estudio: quizá no hay actores sociales
tan cambiante como los medios de comunicación, cuyos rasgos formales y cuya
influencia entre los públicos se modifican o incrementan constantemente. Ese auge reciente en los
estudios de sociología de la comunicación, permite reconocer la complejidad de
los procesos en virtud de los cuales los medios actúan para reforzar, propiciar
o reorientar comportamientos específicos en
grupos sociales. Para ello es importante conocer cómo se definen las
agendas en los medios de comunicación. De manera especial, se le ha conferido
un reconocimiento singular al estudio de los mecanismos merced a los cuales un
editor, o un periodista, deciden a cuáles noticias han de darles relevancia.
Tales criterios, significan rutinas afianzadas y entendidas en cada medio, pero
determinadas por influencias muy diversas. Los medios no actúan de manera mecánica,
ni las decisiones a su interior suelen estar propiciadas por motivaciones
simples. Esa complejidad, es preciso reconocerla para eludir la tentación de
arribar a conclusiones apresuradas. El análisis del comportamiento específico
de los medios en coyunturas peculiares, tendría que estar enmarcado en esa
diversidad de tensiones, intereses y costumbres que definen las decisiones en
las empresas de comunicación.
Conforme se desarrolla y entonces se diversifica, el estudio de los
medios tiende a reconocer esa multiplicidad, aunque no siempre es sencillo. El
prestigiado investigador Mauro Wolf explicó, al respecto: "De la exposición
de las principales características y resultados de los estudios sobre la
producción de la información, podemos concluir que este tipo de análisis ha
evidenciado claramente, por un lado, la complejidad de los elementos en juego, y
por otro las determinaciones estructurales de la cobertura informativa y de la
representación de la realidad social que los media ofrecen normalmente".
Más aún, de acuerdo con ese autor: "La significatividad de dicha
tendencia de análisis consiste también, sin embargo, en la integración de las
exigencias más destacadas por la actual communication
research. En primer lugar, la pertinencia sociológica de esta aproximación
es neta y se incorpora al filón hoy dominante de la mediología; la influencia
de la sociología del conocimiento puede advertirse claramente en el intento que
estos estudios llevan a cabo de explicitar las raíces de la distorsión que
caracteriza a la información de masas y los procesos de mediación simbólica a
que da lugar. La complementariedad entre este análisis y el análisis sobre los
efectos a largo plazo (en particular la hipótesis de la agenda
setting) aparece teóricamente fundada y congruente, aunque en gran parte
esté todavía por realizar sobre líneas de análisis específicas. Pero desde
otro punto de vista, puede afirmarse que los análisis sobre el newsmaking describen el trabajo comunicativo de los emisores como un
proceso en el que 'dentro hay de todo' (rutinas pegajosas, distorsiones intrínsecas,
estereotipos funcionales, precedentes sedimentados, etc.). Sobre la base de la
etnografía de los mass media, estos análisis articulan y determinan empíricamente
los numerosos niveles de construcción de los textos informativos de masas.
Representan por tanto un primer intento, a nivel empírico, de describir las prácticas
comunicativas que dan lugar a las formas textuales recibidas por los
destinatarios" [5]. ¿Cómo
influyen los medios en la decisión
de los electores? El de los
efectos de los medios en la sociedad o en grupos específicos de ella ha sido un
tema difícil, sobre todo por la complejidad de los estudios de campo en esa área.
De la misma manera, la sociología de los procesos electorales (sociología de
la transición, se aventuran a denominarla algunos) tiene un arraigo reciente y
justamente ahora en México, presenciamos y participamos de la indagación de la
organización, evaluación y la prospectiva incluso, de los comicios y sus
diversos actores políticos.
¿En qué medida la influencia de los medios define o modifica la decisión
electoral de los ciudadanos? Esa es la pregunta esencial, aunque no siempre del
todo explícita, en la discusión académica sobre las campañas políticas y
los medios. La interpretación más mecánica, pero todavía de frecuente éxito
tanto entre analistas como entre profesionales de la mercadotecnia política,
sugiere que mientras más intensa es una campaña, mayores serán sus
posibilidades para moldear las convicciones políticas de los electores. Se
supone, así, que hay dos factores preponderantes para que los medios tengan tal
influencia. El primero de ellos, es la capacidad financiera de un partido o un
candidato: la exposición en los medios cuesta y la exposición intensa cuesta
mucho, especialmente en aquellos sistemas electorales en los que está permitida
la compra de espacios para anuncios políticos en la televisión y la radio. El
segundo factor, relacionado con el anterior, es la asesoría que el candidato y
su campaña reciban en materia de medios de comunicación. Esa vertiente
interpretativa (que está presente en el análisis académico, pero también en
el discurso político) supone que el éxito electoral depende fundamentalmente
de recursos para pagar espacios en los medios y con recomendaciones adecuadas
para manufacturar una imagen apropiada.
A esa corriente, emparentada con la escuela comunicacional que supone que
los medios determinan actitudes de los públicos por encima del contexto social
y otras influencias, se le denomina "el modelo hipodérmico". Con ese
término, se describe la idea de que a la sociedad se le "inyectan"
mensajes capaces de determinar sus conductas, entre otros campos en la
participación electoral. Más recientemente sin embargo, nuevas investigaciones
y una reflexión más crítica sobre los elementos que determinan la cultura política
de los ciudadanos, han reconocido que la influencia de los medios no es tan mecánica
como algunos estudiosos han supuesto.
Los medios de comunicación --y aquí nos referimos a sus efectos políticos
pero esta consideración puede ampliarse a otro tipo de consecuencias--
tienen un ascendiente enorme, quizá en ocasiones incluso mayor al de
otras fuentes de acreditación de valores y convicciones. Pero su efecto, está
determinado y circunscrito por el contexto de cada persona o de cada
colectividad. El habitante de una colonia en donde la mayoría de los vecinos
son adeptos de un partido político, tendrá un entorno más receptivo a ese que
a otros partidos, por ejemplo. Los mensajes de carácter político que obtenga a
través de los medios, serán tamizados por ese contexto.
La teoría de la "aguja hipodérmica", que ha sido cuestionada
respecto de otras áreas (por ejemplo en la discusión sobre los efectos que
tienen los contenidos violentos en la televisión) también es limitada para
entender la influencia de los mensajes políticos. Varios estudiosos de dicho
tema, han considerado que esa línea de interpretación es demasiado simple:
"Las elecciones pueden ser ganadas por campañas bien diseñadas y bien
financiadas", sin embargo, hay que tomar en cuenta que la influencia de los
mensajes de campaña se debe "no sólo a las cualidades intrínsecas de
esos mensajes, sino al acoplamiento o al ajuste entre ellas y el contexto de las
campañas" [6].
La nueva interrelación entre los medios y los asuntos públicos,
especialmente políticos, plantea nuevas vertientes a la sociología de la
comunicación. Ya no se trata sólo de diagnosticar efectos, sino de entender
motivaciones y posibilidades de los medios. El especialista argentino Humberto
Muraro, escribió hace no muchos años: "aquello que puede ser un infierno
para los políticos –verdaderos aprendices de brujo de la comunicación– ha
llegado a ser un paraíso para los investigadores sociales y culturales.
Agotadas ya las discusiones estériles acerca del poder manipulatorio del advertising
político –que no fueron sino una mustia reedición de las viejas discusiones
sobre el poder enajenador de la TV– queda ahora en claro que la acumulación
de investigaciones, por encuestas o según técnicas cualitativas, permite
acceder de manera más directa a procesos de formación de las opiniones y
demandas de la ciudadanía cuya riqueza y complejidad no encajan en las nociones
tradicionales de 'cultural popular', 'cultura nacional' o 'ideología'. La
coyuntura histórica, en síntesis, ha tenido la deferencia de regalarles un
verdadero laboratorio político cultural" [7]. --0-- [1]
Karl R. Popper, "Licencia para hacer televisión", en Nexos
No. 220, México, abril de 1996. [2]
Daniel C. Hallin, Dos Instituciones un Camino: Television and State in the 1994 Mexican
Election. Ponencia presentada al XIX Congreso de la Latin American
Studies Association. Washington. D.C., septiembre 28-30, 1994. La obra a la
que se refiere el profesor Hallin, compilada por Guillermo O'Donell,
Philippe C. Schmitter y Laurence Whitehead, Transiciones
Desde un Gobierno Autoritario, en cuatro tomos, se encuentra publicada
en español por Paidós, Buenos Aires, 1988. [3]
Daniel E. Jones, "Investigación sobre Comunicación en América
Latina". El Ciervo, No, 566,
Barcelona, mayo de 1998. [4]
Raúl Fuentes Navarro, La Investigación
de la Comunicación en México. Sistematización documental 1986-1994.
Universidad de Guadalajara e ITESO, 1996, p. 19. [5]
Mauro Wolf, La Investigación de la Comunicación de Masas. Crítica y Perspectivas.
Ediciones Paidós, Barcelona, 1987, pp. 288-289. [6]
Stephen Ansolabehere, Shanto Iyengar y Adam Simon, "Shifting
Perspectives on the Effects of Campaign Communication", en Shanto
Iyengar y Richard Reeves, editores, Do
the Media Govern? Politicians, Voters, and Reporters in America. Sage
Publications, California, 1997, p. 152. [7] Heriberto Muraro, "Marketing y publicidad política en la América
Latina. Un laboratorio político-cultural" en Telos No. 47, Madrid, septiembre-noviembre de 1996, pp. 94-95.
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