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MediosUna definición
Todos
entendemos qué son los medios. Los presenciamos, sintonizamos, recibimos,
padecemos y disfrutamos o sobrellevamos todos los días. Son parte insustituible
de la sociedad contemporánea, de la cultura de masas y de la política moderna:
ninguna de las tres podría entenderse, ni ser lo que han llegado a ser, sin los
medios de comunicación. Pero con los medios ocurre, por esa misma omnipresencia
y por la familiaridad que les tenemos, algo similar a lo que nos sucede con el
aire, o con el sol: todos los conocemos, pero en definiciones se rompen géneros.
Cuando nos referimos a los medios, aludimos a los espacios de comunicación
de masas que propagan mensajes a grandes públicos: prensa, cine, radio y
televisión. Los medios implican audiencias y éstas, a su vez, recursos técnicos
para recibir los mensajes a través de aquellos instrumentos de propagación
masiva.
El término viene del latín medium,
pero es de uso frecuente el vocablo media,
empleado según la acepción inglesa, que se refiere a la comunicación que
llega a auditorios numerosos, o a las técnicas modernas de difusión masiva. En
el sentido anglosajón, a los medios se les entiende fundamentalmente como los
mecanismos de difusión “que alcanzan al público en general y que contienen
publicidad” [2].
En otros contextos culturales, se les prefiere definir como “los mecanismos de
distribución de las obras del espíritu o los instrumentos de comunicación
entre los hombres” [3].
Como quiera que sea, a los medios se les ubica como portadores de
mensajes. “Los medios de comunicación masiva --explicó Janowitz--.
comprenden las instituciones y técnicas mediante las cuales grupos
especializados emplean recursos tecnológicos para difundir contenidos simbólicos
en el seno de un público numeroso, heterogéneo y disperso” [4].
Dicho de manera directa, un medio de comunicación es “todo instrumento o
soporte de mensajes” [5].
Los medios conducen mensajes entre una entidad que los produce y sus
destinatarios, que los reciben. Cuando son de comunicación de masas, los medios
llevan mensajes propagados por empresas de información a públicos amplios:
unos pocos, difunden para muchos más. En todo caso, se les entiende,
precisamente, como intermediarios en esa diseminación (que no intercambio) de
contenidos. Son el continente que difunde tales mensajes. De esa manera, a los
medios se les define: a) por su carácter de intermediarios en el proceso de la
comunicación y b) por los recursos tecnológicos que hacen posible la propagación
de tales contenidos en las sociedades de masas.
Los medios masivos son “canales artificiales que el hombre ha creado
para llevar sus mensajes a auditorios representativos” [6].
Su existencia misma, indica un desarrollo tecnológico y además, un
funcionamiento corporativo o empresarial. Los medios, así: “Por lo general
necesitan para su desarrollo de organizaciones estables, profesionales y
complejas. En otras palabras, se requiere de vigilancia financiera, de
considerable personal humano especializado en diversas áreas y de controles
normativos y administrativos” [7].
Pero más allá de esos reconocimientos, hay autores que consideran prioritario
el mensaje, por encima del medio mismo. El profesor venezolano Antonio Pasquali,
advierte contra la tendencia a conceder demasiada importancia a los medios en sí,
incurriendo en el error de “creer que el desarrollo tecnológico de los
modernos medios de comunicación es el factor desencadenante de un problema de
comunicaciones antes inexistentes... Las nuevas tecnologías sólo han expandido
una función, la de comunicarse, que es esencial, permanente e inherente a la
naturaleza social del hombre. Los nuevos medios... sólo han venido a ampliar
una capacidad preexistente y a facilitar una función esencial, no a
engendrarla” [8].
Para ese autor, “el problema esencial sigue siendo el de la comunicación
humana y no el de los medios o de su desarrollo”.
Es difícil disociar a los medios, de los contenidos que comunican. Con
frecuencia, unos y otros se confunden, difuminando la importancia de los
mensajes. Y estos, a su vez, suelen tener formatos e intencionalidades que
dependen de las concepciones y los intereses de las organizaciones (empresas o
instituciones) capaces de difundir mensajes de manera masiva. López Veneroni ha
explicado que: “En efecto, los medios masivos, en sí mismos, sólo entrañan
una sustancialidad tecnológica. Lo que los hace objeto de interés social es su
uso; éste... está determinado por las condiciones económicas y sociopolíticas
de las formaciones sociales en las que aquellos emergen. De ahí se sigue que lo
que en verdad se estudia, desde una perspectiva social, es su uso económico,
político, educativo, psicológico, la estructuración de mensajes y el régimen
legal en el que los medios están circunscritos” [9].
De hecho, la intensa circulación de capital que hay en y alrededor de
las industrias de la comunicación, ha propiciado la creciente aglomeración de
medios de diversos géneros en corporaciones mediáticamente versátiles y
capaces de trascender fronteras. Los grupos
multimedia, en ocasiones con capitales asentados en varias naciones, son la
expresión más reciente e influyente del ascendiente ideológico, comercial y
político de los medios.
Los medios de comunicación de masas son un fenómeno del siglo XX. El
cine y la radio alcanzaron una presencia social intensa en los años veintes y
treintas y la televisión, cuando ya se había cumplido la primera mitad del
siglo. Los medios, de esa manera, han tenido un crecimiento paralelo al
desarrollo económico y cultural de las sociedades contemporáneas. Mientras
mayores son la circulación de capital y la riqueza financiera de un país,
mayor suele ser el acceso de sus habitantes a los medios. Ello no significa que,
por sí solos, los medios sean productores de bienestar material en las
sociedades para las cuales difunden sus mensajes. Autoritarios,
paternalistas, comerciales y democráticos.-
Los medios contribuyen a moldear el contexto político en el que se ubican pero,
antes que nada, ese contexto determina limitaciones o garantías para la
libertad de expresión. El especialista británico Raymond Williams, llegó a
considerar que la principal distinción entre
medios de comunicación se reduce a si están controlados, o son libres.
En realidad, siempre existen controles sobre los medios: perspectivas
profesionales o políticas de quienes trabajan en ellos, intereses de las
empresas de comunicación y de quienes contratan espacios en ellas, presiones de
los diversos actores del sistema político, regímenes jurídicos, convicciones
éticas, exigencias o inercias de parte de los públicos. Esas y otras
condiciones, determinan las condiciones para la expresión a través de los
medios. Pero de acuerdo con la condición que guarde la siempre tirante cuerda
entre control y libertad, Williams clasificó cuatro tipos de sistemas de
medios: A) Autoritario, en donde los
medios “son considerados como una parte del engranaje total mediante el cual
una minoría gobierna a una sociedad”; B) Paternalista, que es “un sistema autoritario con una conciencia,
es decir, con unos valores y unos objetivos que están más allá del
mantenimiento de su propio poder”; C) Comercial,
en donde “en lugar de decir que estos medios sirven para gobernar o dirigir,
se declara que los hombres tienen el derecho de poner a la venta cualquier tipo
de trabajo, y que todo el mundo tiene el derecho de comprar todo lo que se le
ofrece” y D) Democrático, que en su
sentido más pleno “sólo podemos discutirlo e imaginarlo” y que: “Está
en firme oposición al control autoritario de lo que puede decirse, y contra el
control paternalista de lo que debería decirse. Pero también es contrario al
control comercial de lo que puede decirse con beneficio, porque esto también
puede ser una tiranía” [10].
Medios fríos y calientes.-
En 1964, el canadiense Marshall McLuhan clasificó a los medios según la
intensidad con que sus mensajes son percibidos por los públicos: “Existe un
principio fundamental que distingue un medio cálido, como lo es la radio, de
otro frío, cual la televisión. Es un medio cálido el que prolonga o amplía
un solo sentido en ‘alta definición’. Alta definición es el estado del ser
bien abastecido de datos. Visualmente, una fotografía es de ‘alta definición’.
Una caricatura es una ‘definición baja’, por la sencilla razón de que
proporciona muy poca información visual... los medios cálidos son de poca o
baja participación, mientras que los medios fríos son de alta participación,
para que el público los complete” [11].
La radio es un medio cálido porque ofrece mucha información y entonces sus
escuchas tienen un comportamiento pasivo. La televisión sería, en esos parámetros,
un medio frío en tanto que la información que transmite es fragmentaria y,
visualmente, de menor calidad que el cine.
Si bien discutible y en muchas ocasiones refutada por la cambiante
realidad de la comunicación de masas, la teoría de McLuhan sobre los cálidos
y fríos tuvo el mérito de reconocer la importancia sustantiva de los medios
desde comienzos de los años sesenta. A diferencia de otros enfoques metodológicos
que atendieron más al proceso de comunicación,
ese pensador canadiense puso el énfasis en el carácter sustantivo de los
medios y aquilató su importancia de acuerdo con la capacidad que tienen para
conmover a las sociedades de masas y a los individuos que las integran. De allí
derivó su también polémica fórmula el
medio es el mensaje, para decir que los rasgos de un medio moldean al
contenido que se transmite a través de él.
Los juicios de Marshall McLuhan ha sido insistente y duramente
cuestionados. Pasquali los ubica en una dimensión ideológica conservadora y
advierte que: “La tesis de que el medio predetermina fatalmente el mensaje y
la relación de comunicación, haría de esta última una función dependiente y
accesoria del aparato tecnológico –supuestamente dotado de leyes autónomas
de funcionamiento-- y está
destinada a encubrir la dimensión antropológica, social y política del
problema” [12].
Calidad
de los mensajes.-
Las sociedades contemporáneas se desarrollan, cohesionan, divergen, se
movilizan, manifiestan o dejan de exteriorizar consensos, a través de y delante
de los medios. Estos, son fuentes de mensajes culturales, educativos, de
esparcimiento y/o informativos. Una de las más frecuentes polémicas al
respecto, es sobre la calidad de los mensajes que suelen propagar los medios.
Por un lado, los medios son industrias culturales que no acostumbran desempeñarse
según el interés o el beneficio público, sino para hacer negocio. La calidad
de los mensajes, así, suele quedar subordinada a los costos de producción y,
al mismo tiempo a la complacencia de los públicos, que no es frecuente que sean
perspicaces, exigentes o participativos.
Otra discusión no resuelta, es la de la posible influencia de los medios
en las conductas de la sociedad. Con insistencia se dice que las actitudes
individuales o colectivas de disrupción del orden institucional suelen ser
propiciadas por los medios, especialmente la violencia en las ciudades. Cuando
cumple 18 años, un joven estadounidense promedio ha visto en la televisión
cerca de 200 mil actos de violencia, incluyendo 16 mil asesinatos [13].
Sin embargo, no hay suficientes evidencias de que la violencia en los medios
provoque, por sí sola, conductas violentas entre sus receptores. Lo que sí es
altamente posible, es que los contenidos agresivos influyan de manera
especialmente catalizadora sobre individuos o incluso grupos proclives a
comportamientos impulsivos. La discusión sobre si los medios “inyectan”
conductas determinadas en sus públicos, como si fueran una aguja hipodérmica,
ha sido de las más frecuentes en el examen académico de la comunicación. Una
de las vertientes menos investigadas en ese campo, es la de los efectos reales
de los medios sobre los lectores, radioescuchas o televidentes. Industrias
culturales. Manipulación y liberación.-
El del contenido que propagan, es el asunto más polémico cuando se estudia a
los medios. Los autores de o ubicados en la tradición de la Escuela
de Frankfurt (especialmente Theodor Adorno y luego Herbert Marcuse)
identificaron contenidos ideológicos clasistas en los medios, a los cuales
prefirieron denominar industrias
culturales. Los medios, así entendidos, funcionarían como aparatos ideológicos
de Estado (el término fue promovido por Louis Althusser) para legitimar al
sistema capitalista y reprimir así la toma de conciencia de las clases
subordinadas. Esa concepción de las industrias culturales como instrumentos
intencional y devastadoramente manipuladores, fue muy útil para desmitificar la
concepción de los medios como propagadores inocentes de mensajes, especialmente
de entretenimiento. Pero ha tenido limitaciones, al oscilar entre el pesimismo
paralizador y la magnificación totalizadora de las aptitudes de los medios
masivos.
Emparentada críticamente con esa vertiente, pero buscando un sesgo que
no fuese fatalista, Hans Magnus Enzensberger reconoció capacidades
“manipuladoras” y “liberadoras” de los medios de comunicación. El uso
“represivo” de los medios masivos, comprendería a) Programación controlada
centralmente; b) Un transmisor, muchos receptores; c) Inmovilización de
individuos aislados; d) Conducta pasiva del consumidor; e) Despolitización; f)
Producción a cargo de especialistas y g) Control de capitalistas o burocracia.
De la misma forma, un uso “liberador” de los medios masivos, implicaría: a)
Programación descentralizada; b) Cada receptor un transmisor potencial; c)
Movilización de las masas; d) Interacción de aquellos involucrados,
retroalimentación; e) Un proceso de enseñanza política; f) Producción
colectiva y g) Control social por organización autónoma [14].
Cultura
para el mercado.-
La disputa por los medios se ha convertido en propósito de todas
aquellas fuerzas –políticas, financieras, ideológicas, religiosas— que
quieren influir en las sociedades contemporáneas. Pero además, la masificación
de los mensajes ha propiciado nuevas formas de creación y propagación de la
cultura. Para Umberto Cerroni, “Con los mass
media la industria cultural adquiere dimensiones inusitadas, es decir, la
producción intelectual destinada principalmente al mercado, o la producción de
mercancías de contenido no comercial... La televisión ha concentrado y vuelto
esenciales las teorizaciones de la industria cultural y ha sido por tanto
golpeada por la crítica por su difusión hoy universal, consuetudinaria, doméstica.
En la otra vertiente el producto televisivo ha tratado de poner barricadas para
defender su dignidad detrás de la especificidad de sus técnicas y de su
mercado valiéndose de la coartada del índice de agrado” [15]
Videopolítica.- Legitimados por el rating y
omnipresentes en las sociedades contemporáneas, los medios son instrumentos y
–también— actores en la política de nuestros días. Giovanni Sartori
denominó videopolítica [16]
a la enorme influencia de los medios en la definición de las relaciones políticas
en la actualidad: “es la fuerza que nos está modelando”. De manera paralela
a la decadencia de los partidos, los medios de comunicación se erigen en los
espacios privilegiados para procesar consensos, propagandizar aspiraciones y
sobre todo, consolidar a la vez que abatir figuras políticas. La imagen
desplaza a las ideas y las técnicas del marketing
al discurso político al menos tal y como hasta ahora se le había
concebido, en virtud de la preponderancia de los medios.
En regímenes autoritarios, el uso de los medios tiende a reforzar
actitudes despóticas o absolutistas. “La videopolítica no es una
prerrogativa de la democracia. El poder del video también está a disposición
de las dictaduras” [17],
reconoció más tarde ese politólogo italiano. Pero los medios, no hay que
olvidarlo, son a la vez protagonistas e intermediarios de los acontecimientos públicos.
De la misma forma que empleados con criterios de arbitrariedad e intolerancia
pueden reforzar posiciones autoritarias, el efecto que tienen al propagar
experiencias de las sociedades abiertas ha sido definitorio en la abrogación de
regímenes dictatoriales. En la antigua Europa del Este la difusión de los
medios occidentales, especialmente la televisión, fue definitiva para propiciar
las condiciones que llevaron a la caída del Muro de Berlín. Verosimilitud
e información.-
La principal función política de los medios, es como canales para transmitir
informaciones. “En una sociedad de masas –estiman Blake y Haroldsen— los
medios masivos se consideran fuentes de noticias verificadas. Así, si bien las
noticias difundidas por quienes actúan dentro de una organización compleja que
se conoce como medios masivos tal vez de hecho, sean falsas, lo importante es
que el relato pueda rastrearse a su fuente. En gran medida esto asegura a la
sociedad, bajo amenaza de desenmascaramiento, que los relatos tenderán a ser
verídicos o que los miembros del auditorio, al conocer la fuente, podrán
identificar en ellos ciertas tendencias (intentos de manejar a otros) o
censura” [18].
Uno de los indicadores de la madurez o del desarrollo cívico de una
sociedad, es su capacidad para discriminar entre unos y otros medios. Cuando están
en condiciones de distinguir entre diferentes formatos e intencionalidades en
los mensajes de los medios que tienen a su alcance y así, de favorecerlos con
su preferencia o sancionarlos con su indiferencia, los públicos están en
posibilidad de influir sobre los contenidos que difunden las empresas de
comunicación. Ello supone que haya competencia entre los medios que difunden
mensajes delante de una sociedad determinada. Sin embargo, como en la economía,
en el terreno de los medios la competencia perfecta es más una aspiración teórica
que una posibilidad frecuente.
Para que exista un auténtico mercado de mensajes capaz de auto-moldearse
en correspondencia con las necesidades y exigencias de la sociedad, se requiere
no sólo de empresas mediáticas en condiciones de equidad tales que puedan
balancear mutuamente sus respectivas influencias sino, también, de espectadores
con niveles de información, discernimiento y crítica suficientemente aguzados
para interactuar con esos medios. El reputado investigador Ben H. Bagdikian,
conocido cuestionador de los excesos corporativos de los medios, ha escrito que:
“La dimensión apropiada para los medios en un país es cuando, a través del
examen y el reportaje, incrementan el entendimiento de las realidades
importantes y cuando, a través de la presentación del espectro de pensamiento
y análisis más amplio posible, crean una adecuada reserva de conocimientos al
interior del proceso social. Los medios pueden producir entretenimiento y vender
mercancías pero si, además, no crean un fértil mercado de ideas y de
información seria, fracasan en una función cardinal. La diversidad y la
riqueza en los medios no son adornos de una democracia, sino elementos
esenciales para su sobrevivencia” [19].
Legislación y autorregulaciones.-
Desde 1952, una Subcomisión de las Naciones Unidas dedicada a la evaluación de
los medios y sus consecuencias sociales y políticas, propuso un Código
Internacional de Ética Periodística. Iniciativas similares han sido
presentadas, desde entonces, en numerosas naciones. En algunos países y
regiones, hay códigos con normas que se sugieren para propiciar la
escrupulosidad, la veracidad y el respeto a garantías individuales en la
cobertura y publicación de informaciones en los medios. Esos códigos, suelen
ser instrumentos de autorregulación por parte de los operadores o trabajadores
de los medios. De manera paralela, se
han conocido y en algunos casos promulgado como leyes específicas, iniciativas
para regular la propiedad de empresas de comunicación, el respeto a la privacía
de los ciudadanos y el acceso al derecho a la información. En 1980 se dio a
conocer el Reporte McBride, auspiciado por la Unesco [20],
que fue el eje de una extensa pero inacabada discusión internacional sobre los
nuevos desafíos jurídicos y éticos que implican el desarrollo corporativo y
tecnológico, así como la influencia pública, de los medios de comunicación. Medios
alternativos.- Como
respuesta a las dificultades de distintos grupos sociales para tener acceso a
los medios de carácter eminentemente comercial y en ocasiones con el propósito
explícito de enfrentarlos, en algunos casos se han creado medios alternativos,
o que pretenden serlo. Cine marginal, radios libres, prensa alternativa o redes
de video no convencionales, han sido algunos de los recursos frecuentados por
grupos de activistas sociales o políticos, con resultados muy variados y con
una eficacia casi siempre efímera. Tesis como las de Enzensberger antes
mencionadas, otorgaron respaldo conceptual a esas experiencias, sobre todo en la
década de los años 70. Su principal limitación, radicaba en la fortaleza
institucional y tecnológica de los grandes medios ante la cual, casi siempre,
acabaron por desaparecer esos medios alternativos. Nuevos
medios. La Internet.-
El desarrollo tecnológico ha permitido la existencia y propagación de formas
de comunicación que no obedecen, al menos en todos sus rasgos, a las
definiciones convencionales y cuya trascendencia social y política es aún
incierta. La red de redes de cómputo Internet, se desarrolló en los años
setenta inicialmente como un proyecto militar de los Estados Unidos pero más
tarde las comunidades académicas y luego otros sectores de la sociedad se
apropiaron de ella, hacia el comienzo de los 90. La Internet ha tenido un
crecimiento geométrico, pero el acceso a esa colección de sistemas informáticos
todavía es privilegio de las naciones más desarrolladas y de las élites que,
en otros países, tienen recursos suficientes para conectarse. Las cifras al
respecto son variables, pero se estima que para el año 2000 habrá en todo el
mundo unos 80 millones de usuarios de la Internet y quizá 10 millones de páginas
web, de entre las cuales varios
millares estarán dedicadas a publicitar y discutir asuntos de carácter político.
Hay quienes discuten que la Internet sea un medio de comunicación de masas. De
hecho sirve para propagar, pero con destinatarios casi siempre inciertos,
mensajes de toda índole, todavía con una versatilidad y una libertad que no
existen en los medios convencionales. En la red de redes, además, hay una
posibilidad de interacción que es poco frecuente en los grandes medios masivos
como la radio y la televisión. Pero también allí, las grandes corporaciones y
especialmente los grupos multimedia tienden a ganar espacios y audiencias, por
encima de los esfuerzos de individuos y grupos ciudadanos. Espejos
de la realidad.- En
otro sitio hemos concluido una discusión sobre los efectos políticos de los
medios, anotando que ellos, valga la
insistencia, son precisamente eso: instrumentos que pueden ser empleados en uno
u otro sentido, intermediarios. No sustituyen a la política; le dan cauces,
ritmos y formas nuevas, pero por mucho que se hayan impuesto a los partidos, los
candidatos e incluso a los gobernantes, lo que propagan son intenciones para
moldear de una manera o de otra, a la realidad. Por eso es de la mayor
importancia no olvidar que los medios son espejos de la vida, no la vida misma [21].
Marzo de 1998 --0-- [1]
Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM. [2]
Webster’s New World
Dictionary of
the American Language. Avenel Books, N.Y., 1971, p. 466. [3]
Pierre Albert, Lexique de la Presse Écrite. Dalloz, París, 1989, p. 118. [4]
M. Janowitz, “The Comunity Press in an Urban Setting” (Glencoe, Free
Press, 1952), citado por Denis McQuail en Sociología
de los Medios Masivos de Comunicación. Traducción de Silvia Kutnowsky.
Paidós, Buenos Aires, 1972, p. 14. [5]
Jaime Goded, 100 Puntos Sobre la Comunicación de Masas en México. Juan Pablos,
México, 1985, p. 157. [6]
Carlos González Alonso, Principios
Básicos de Comunicación. Trillas, México, 1992, p. 33. [7]
Ibid. [8]
Antonio Pasquali, Comprender la
Comunicación. Monte Avila Editores, Caracas, 1978, pp. 35-36. [9]
Felipe López Veneroni, Elementos Para
una Crítica de la Ciencia de la Comunicación. Trillas y Felafacs, México,
1989, p. 26. [10]
Raymond Williams, Los Medios de Comunicación Social. Traducción de Manuel Carbonell.
Península, Barcelona, 1978, pp. 123-129. [11]
Marshall McLuhan, La Comprensión de los Medios como las Extensiones del Hombre.
Traducción de Ramón Palazón. Diana, México, 1969, pp. 46-47. [12]
Pasquali, ibid. [13]
American Medical Association, “Facts about media violence”.
www.ama-assn.org/ad [14]
Hans Magnus Enzensberger, “Integrantes de una Teoría de los Medios
Masivos de Comunicación”. Traducción de B. Díaz y R. Tapia (sic), en
“La Cultura en México”, suplemento de la revista Siempre!.
México, 28 de junio de 1972. [15]
Umberto Cerroni, Política. Método, Teorías, Procesos, Sujetos, Instituciones y Categorías.
Traducción de Alejandro Reza. Siglo XXI, México, 1992, p. 142. [16]
Giovanni Sartori, “Videpoder”, en su libro Elementos
de Teoría Política. Traducción de Ma. Luz Morán. Alianza Editorial,
Madrid, 1992. [17]
Giovanni Sartori, “La Opinión Teledirigida”. Traducción de Valentina
Valverde. En Claves de razón práctica, No. 79, Madrid, enero-febrero 1998. Ese
texto forma parte del libro Homo
Videns. La Sociedad Teledirigida.
Taurus, Madrid, 1998. [18]
Reed H. Blake y Edwin O. Haroldsen, Taxonomía
de Conceptos de la Comunicación. Traducción de Leticia Halperin
Donghi. Nuevomar, México, 1977. [19]
Ben H. Bagdikian, “The U.S. Media. Supermarket
or Assembly Lyne?”, en Shanto Iyengar y Richard Reeves, eds., Do
the Media Govern? Politicians, Voters and Reporters in America. Sage
Publications, Thousand Oaks, Ca., 1997, p. 66. [20]
Sean McBride y otros, Un Solo Mundo,
Voces Múltiples. Comunicación e Información en Nuestro Tiempo.
Traducción de Eduardo L. Suárez. Fondo de Cultura Económica, México,
1988. [21]
Raúl Trejo Delarbre, “Teatralidad Política y Realidad Virtual. El
Televisor, el Ordenador, el Poder y los Medios”, en Comunicación
Social 1996 / Tendencias. Fundesco, Madrid, 1996, p.239. |