"Debo confesarles ahora mi desconcierto por escribir
ahora del Mundo del Espectáculo. ¿Por qué?... Porque del primero de
enero al día de hoy brilla con luz propia un personaje que nos habla de
valentía, claridad, coraje, compromiso y una auténtica y pura verdad
(...). Cuando surge un personaje que lucha por la dignidad, el respeto,
la honestidad, el amor, la justicia, el pan, la tierra y nos recuerda
que somos tan culpables como el de al lado, por dejar solos a los que
tienen hambre, por permitir la injusticia, por olvidarnos de sentir
compasión, por evitarnos el dolor, por no afrontar, por no
comprometernos, por no unirnos... por no alzar la voz... por esconder al
Marcos que todos llevamos dentro" (Pati Chapoy, "El Mundo del
Espectáculo", Reforma, 13 de febrero de 1994).
El personaje Marcos recibió elegías y homenajes, casi
siempre tan cursis como el que aparece líneas arriba, con una profusión
que ningún protagonista de la vida pública mexicana había suscitado en
mucho tiempo. Margarita López Portillo le dedicó unos versos emocionados
y llenos de emocionadas trivialidades ["Al comandante Marcos. (Para mí
no es Sub.)"] en Proceso núm. 904, 28 de febrero). Octavio Paz,
tenaz crítico de la apología de la violencia, llegó a reconocerle
virtudes literarias a sus comunicados ("Chiapas: hechos, dichos,
gestos", en Vuelta núm. 208, marzo de 1994). Hubo quienes a
Marcos le ofrecieron, a ciegas, una cátedra en la Escuela Nacional de
Antropología y carteles con la efigie y las frases más efectistas del
dirigente del EZLN abundaron en los circuitos culturales de la clase
media urbana.
No nos referiremos aquí a las muchas implicaciones
sociales, de psicología social, o de moral pública, que pueden hallarse
detrás de la fascinación que un sector de mexicanos dispensó al
personaje enmascarado. Deslumbramiento, mitificación o convicción, se
mezclaron para ensalsar la imagen del subcomandante Marcos. Nos
detendremos en este capítulo final, simplemente, en algunos de sus
efectos en los medios y particularmente en informadores que, por
decisión u obnubilación, al aplaudir a ese personaje indirecta, o
abiertamente, convalidaban sus métodos. No puede olvidarse que Marcos
aparecía, andaba y actuaba armado. Antes que personaje justiciero, ha
sido promotor de la vía militar para resolver problemas sociales.
Hemos reproducido los conceptos de la señora Patricia
Chapoy no sólo por su claridad apologética, sin rubor, sino porque la
autora de tan encendidos encomios al personaje Marcos es funcionaria muy
importante en Televisión Azteca, una de las principales empresas de
comunicación en México. No queremos decir que las de esa señora sean las
posiciones de la empresa para la que ha trabajado, pero no deja de
llamar la atención que incluso en los más altos niveles ejecutivos de la
industria de la comunicación el EZLN y su dirigente hayan provocado tan
admirados encomios. Pero además, la cita es significativa porque Chapoy
--antigua empleada de Televisa-- ubica a Marcos no entre los próceres
democráticos de nuestros tiempos, ni en la galería cívica de este
azorado fin de siglo, sino en lo que ella conoce, en El Mundo del
Espectáculo.
Quizá nadie haya reconocido con mayor claridad uno de
los rasgos predominantes en los gestos y los textos de Marcos quien,
para hacer política, ha hecho espectáculo. El pasamontañas puede tener
razones de discreción y hasta climatológicas como en algún momento se
pensó, pero sus consecuencias fueron notable y eficazmente
propagandísticas. Cada gesto, cada frase, parecían estar calculados no
sólo en sus significados revolucionarios sino, fundamentalmente, en el
efecto que causarían en los medios de comunicación de masas. Guillermo
Ochoa, en su programa para Radio ACIR, así lo entendía el 7 de febrero:
"Los comunicados del subcomandante Marcos revelan a
un hombre que maneja perfectamente el idioma. A veces dramático, en
ocasiones seco, en otras poético y casi siempre con sentido del humor.
No parece haber nada casual en sus palabras. Es evidente que él o su
equipo están pendientes de todos los medios informativos y realizan un
completo análisis de contenido antes de cualquier nueva comunicación".
Las apologías a Marcos florecieron con más rapidez
que las posiciones que tomaban distancia respecto de ese personaje.
Aunque descalificaciones, que iban del sarcasmo facilón a la grosería
abierta, también se produjeron. Un mes después de la toma de San
Cristóbal, los conductores de Perfiles de la Noticia, Juan María
Naveja y Paco Prieto, decían en la radiodifusora El Fonógrafo 790:
"-Me llama mucho la atención la posición que han
asumido algunos intelectualillos respecto al subcomandante Marcos.
Muchos intelectualillos, le han dado al subcomandante Marcos una
consistencia que no tiene, incluso lo han tomado como bandera. Lo tratan
como si fuera un personaje importante, cuando sus escritos están llenos
de chabacanerías".
Paco Prieto:
"-Lo que pasa es que el subcomandante Marcos ha
tocado puntos sensibles en materia social. Eso ha hecho que los
intelectuales que se inclinan por las humanidades se interesen en él. No
hay que olvidar tampoco que el subcomandante Marcos ha tenido mucha
aceptación en los círculos jóvenes, con muchas energías, gente que tiene
una necesidad de cambio y que está cansada de la monotonía, que buscan
un ambiente más hermoso".
Dicho de una u otra manera, con énfasis en la fachada
romántica o reconociendo el vacío político que, en la ausencia de
partidos capaces de ocupar con eficacia espacios como el de la izquierda
(aunque el asunto Marcos es de mayor complejidad) benefició a ese
personaje, en las apologías al enmascarado de San Cristóbal podía
identificarse uno de los casos de comunicación e ideología más
singulares, y extravagantes, que han ocurrido, en el mundo, en los años
recientes. Aquí, insistimos, nos limitamos a unas cuantas pinceladas de
esa abigarrada situación política y publicitaria.
La disputa por los espacios y la pérdida del sex
appeal
El 12 de enero, como ya consignamos, el corresponsal
de Radio Red en Washington, Rodolfo Medina, apuntaba que las noticias
procedentes de Chiapas estaban desapareciendo de la gran mayoría de los
medios impresos y electrónicos de los Estados Unidos, porque ya habían
"perdido su sex appeal". Por esas fechas, los medios
estadounidenses se encontraban fundamentalmente preocupados por el
affaire entre las patinadoras Nancy Kerrigan y Tonya Harding. Pero
muy pronto, aunque fuera en una versión al menos discutible (o equívoca,
si se quiere) de atractivo sexual, la presencia del enmascarado que
encabeza al Ejército Zapatista en el lejano Chiapas, merece algunos
espacios en los medios de comunicación de varios países.
Marcos, sin apellido, sin datos biográficos precisos,
sin filiación conocida, ostenta precisamente el anonimato como una forma
de resultar atractivo para los medios de comunicación. Es visto por
algunos como una suerte de El Zorro y Chucho el Roto, con
un aura de benefactor que arriesga su vida (como efectivamente estaba
sucediendo en virtud de que encabezaba a un grupo en guerra) para
defender ideales sociales. Más que su figura, que permanece siempre
oculta por el pasamontañas o disimulada por el uniforme de campaña,
Marcos resulta atractivo, para un segmento de la sociedad mexicana,
debido a su misterio.
La presencia iconográfica y documental de Marcos no
es resultado de la casualidad. El, independientemente de su verdadero
origen, tiene un manejo de medios enterado e intencionado. Privilegia a
algunos, de acuerdo con pautas como las que se han comentado ya en este
libro y según, también, su política informativa expresada en el
documento que presentamos como Anexo. En virtud de sus propias
consideraciones, Marcos favorecía y también, descalificaba a unos y
otros medios. Su afinidad (mutua) con La Jornada, la comentamos
páginas más adelante. Su veto a Televisa, ya fue relatado en el capítulo
precedente. Marcos, chocarrero, comparaba así su experiencia en el grupo
armado, en una frase citada por el corresponsal de Reuter, Martin
Langfield, en un despacho del 8 de febrero: "ha sido peor que un
programa de 24 Horas".
Marcos, personaje paradójica pero eficazmente
llamativo para los medios, también tuvo limitaciones en su imagen,
especialmente en la televisión. Hace tres décadas, el profesor
canadiense Marshall McLuhan distinguía entre medios de comunicación
cálidos y fríos. La radio y la prensa, decía, son medios que
propician que su auditorio se involucre, puesto que exigen de alguna
forma de participación. El radioescucha es constantemente llamado a
ejercitar su imaginación para que complemente las descripciones que le
formulan los locutores. El lector de la prensa, se sumerge en las
páginas de los diarios y revistas pues no hay medio más interactivo que
el impreso, en donde el destinatario de los mensajes entabla un diálogo
con la fuente de ellos. La televisión, en cambio, es un medio frío
en tanto que no involucra a sus audiencias, los personajes que
tienen éxito en ella suelen ser de baja definición. En todo caso, la
televisión le quita densidad a quienes aparecen en ella, sus
protagonistas habitualmente se encuentran ubicados en un esquema
maniqueo --son malos o son buenos-- que no deja lugar para los matices.
En esas condiciones, debido a la mezcla de mito
vertiginosamente forjado en la confusión de la crisis de Chiapas y
espectacularidad por la insurrección misma, podía haber resultado
previsible que el llamado subcomandante Marcos adquiriera una presencia
de intensidad a través de la televisión. Sólo que la ausencia de mayores
datos sobre él --su anonimato, que era uno de sus atributos en otros
medios-- le quitaban posibilidades para adquirir densidad en las
pantallas. En las primeras horas del conflicto, el enmascarado aparece
como vocero del EZLN, de acuerdo con las videograbaciones que se
hicieron durante la incursión del primer día del año en San Cristóbal.
Ya más adelante, en el transcurso del mes de enero, las comparecencias
en televisión son escasas, fundamentalmente porque el EZ se refugia en
la selva lacandona a donde en esa etapa casi no tienen acceso los
periodistas y, también, debido a las autorrestricciones que se imponen
casi todos los medios de comunicación electrónica, cuyos operadores se
niegan a presentar testimonios directos del EZLN.
Multivisión y la CNIRT: el vaso medio lleno y el otro
Pero luego, aunque sea para audiencias reducidas,
Marcos vuelve a las pantallas, igual que ocupa espacios importantes en
medios impresos (La Jornada y luego Proceso y El
Financiero) a los que concede entrevistas. A comienzos de febrero,
el servicio de televisión codificada Multivisión, que transmite en todo
el país pero sólo para suscriptores, presenta una serie de programas
especiales que habían sido logrados por el camarógrafo Epigmenio Ibarra
quien, junto con reporteros de La Jornada y de algún otro medio,
es recibido por Marcos y la dirección del Ejército Zapatista. Aunque los
programas ofrecen algún contexto (mucho más que el que suele haber en
los noticieros de la televisión abierta) gracias a las opiniones de
comentaristas y dirigentes políticos (aparecen incluso los proncipales
candidatos a la Presidencia de la República) el protagonista no es el
movimiento social conformado por los nuevos zapatistas sino,
privilegiada y espectacularmente, el subcomandante del pasamontañas. Las
declaraciones de Marcos se presentan detallada, largamente. Para darles
mayor dramatismo, el productor del programa juega con el contraste entre
el pasamontañas oscuro y los tonos claros de la región selvática en
donde presumiblemente tuvo lugar la conversación: en varios momentos, la
imagen de Marcos aparece en blanco y negro, con lo cual resulta más
intensa y hierática que en color, y a ratos como contrapunto se
presentan algunos detalles solamente en rojo.
Rojo, negro y blanco: aunque con un profesionalismo
técnico y a veces incluso periodístico que no se aprecia en otros
programas o espacios televisivos sobre la guerra en Chiapas, el uso
intencionado del color llega a tener efectos políticos, más que
simplemente plásticos. Ese manejo fotográfico contribuye a la
mitificación del personaje Marcos.
Al contrario, por esas mismas fechas se transmiten,
en varios canales de la televisión abierta (lo mismo de Azteca que de
Televisa) varios programas especiales que, se dice, son patrocinados por
la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión. El tono
propagandístico de esos programas, en favor del gobierno y del Ejército
Mexicano, es tan enfáticamente unilateral que, en vez de contrarrestar
la propaganda pro-zapatista, posiblemente tuvieron un efecto
boomerang. La información es tan ostensiblemente parcial (se toma
como fuentes sólo a renegados o adversarios del EZLN) que tales
programas, si es que no lo fueron, aparecen simplemente como publicidad
oficial. En el primero de esta serie, transmitido el 23 de enero,
aparece un personaje al que únicamente se identifica como desertor del
Ejército Zapatista y a quien se ve cubierto con un pasamontañas.
Para entonces, la imagen de Marcos y sus
correligionarios ya se había desperdigado dentro y fuera del país. El
empleo, en esas condiciones, de una persona también disfrazada, pero en
circunstancias que permiten dudar que sea un auténtico ex zapatista,
sirve para sugerir que los encapuchados cometen delitos dentro de una
amplia gama. Las palabras HOMICIDIO, VIOLACION, ROBO, NARCOTRAFICO,
aparecen en pantalla, en grandes caracteres, para dar cuenta de las
faltas por las que habían sido encarcelados varios de los presos
liberados por el EZLN en los municipios que ocupó a comienzos de enero.
Pero en el contexto en que aparecen, se sugiere que los delitos así
enumerados serían compartidos por los neozapatistas. Esa imagen
perversa, de bandidaje y abuso, no logra contrarrestar el prestigio del
personaje Marcos: una fama también perversa, pero quizá más legitimada
en algunos sectores de nuestra sociedad.
La propaganda deliberadamente antizapatista, por
parcial, resulta, al menos, poco afortunada. Si los programas especiales
de Multivisión pudieron ser tomados, aunque no lo fueran, como
propaganda en favor del EZLN (por la mitificación que contribuían a
reforzar en la imagen de Marcos) la antipropaganda de la Cámara Nacional
de la radiodifusión, además con poco sentido periodístico, también
dejaba mucho por desear desde los puntos de vista profesional y ético
inclusive. El vaso medio lleno que en la apreciación del zapatismo se
ofrecía en Multivisión, aparecía vaciado de sustento, y de hechos
verosímiles, en los programas de los radiodifusores.
Amable y desenfadada charla, al pie del altar
Un mes más tarde, también en Multivisión y ya en los
días de las conversaciones en la catedral de San Cristóbal, el
"subcomandante" Marcos es entrevistado por Javier Solórzano. Durante
cinco días, entre el 7 y el 11 de marzo el noticiero Para Usted,
de esa cadena, ofrece fragmentos de la desenfadada conversación que el
periodista Solórzano había sostenido con el subcomandante Marcos. Allí
también, a pesar del profesionalismo de Solórzano, que además de ser
conductor es comentarista muy reconocido sus espacios radiofónicos, se
manifestó cierta seducción ejercida por el líder del EZLN.
En esa entrevista, el también profesor universitario
Solórzano aparecía junto al dirigente del Ejército Zapatista en una
actitud de confianza y gusto, como si se conocieran desde pequeños.
Bromas privadas, sonrisas mutuas y concesiones verbales (incluso cuando
el personaje Marcos le preguntó si en su televisora se permitían las
palabrotas) dieron toques de amabilidad, que también podía ser tomada
como condescendencia, al diálogo entre esos dos personajes de los
medios.
En la transmisión de los acontecimientos más
solemnes, siempre se agradecen las expresiones de cortesía. Pero esa
entrevista, que fue ampliamente publicitada y que tenía como infrecuente
escenario el altar de la catedral del obispo Samuel Ruiz, era todo menos
un hecho ordinario. El periodista, no estaba conversando con un
personaje de los deportes, o de la farándula (aunque sí del espectáculo)
sino con el individuo que estaba a la cabeza de un grupo armado. Las
afinidades, al menos en el terreno del trato personal, con un personaje
encapuchado, que se presentaba ante la televisión con sus cananas de
guerra, sólo se explicaba en el contexto de los dos meses y medio de
sorpresas y confusiones que, para entonces, se habían experimentado en
México desde el primero de enero. Las condescendencias con el personaje
Marcos no habían sido únicamente del mencionado conductor de
noticias (aquí las recordamos por lo mucho que llamaron la atención,
especialmente por el prestigio de un informador tan cuidadoso como
Solórzano) sino de un sector de la sociedad mexicana seguía allanándose
al asombro por los neozapatistas el cual no dejaba de ser, además,
embeleso por la carga de violencia y no sólo de reclamo de justicia,
representada ese grupo.
En algún momento de la entrevista, Solórzano le dice
al subcomandante que a esas alturas lo de menos sería que se
quitase la capucha. Sin embargo era difícil, si no imposible, entender a
Marcos sin el escudo, que era a la vez insignia, constituído por el
pasamontañas. Fue el enmascaramiento de Marcos, precisamente, uno de los
factores que más ayudaron para que ese personaje adquiriese el perfil
misterioso y llamativo que le permitió ganar redoblada presencia en los
medios. Por cierto, en la entrevista con Multivisión podía apreciarse
que el único pasamontañas que tenía un orificio a la altura de la boca,
a diferencia del resto de sus compañeros, era el del subcomandante. Es
decir, uno hablaba y los demás asentían, aburridos o decorativos. El
caudillismo y, peor aún, el caudillismo enmascarado, siguió conmoviendo
voluntades y corazones. Al fin del siglo, en México no nos hemos
despojado de esa fascinación populista por el liderazgo místico.
La batalla por la imagen. Veleidades y escándalos en
la TV estadounidense
Por esas mismas fechas, Marcos apareció en el
programa periodístico 60 Minutes, de la cadena estadounidense CBS.
Entrevistado por John Hamlin en la selva chiapaneca, esta conversación
fue llamativa no sólo por el foro que tuvo (ese es uno de los programas
periodísticos de más audiencia en los Estados Unidos) sino, también,
debido a la falta de sensacionalismo con que fue presentada.
La charla era evidentemente exclusiva y, como se
dice, en el lugar de los hechos. En una breve porción del reportaje se
ve la llegada de Hamlin y su equipo a San Cristóbal, para luego
adentrarse en la zona dominada por el EZLN. Más tarde, aparecen
fragmentos de la conversación con Marcos, en donde el subcomandante
habla en inglés, no siempre fluído, pero entendible (en un momento,
cuando se tropieza en algún término, una voz femenina, detrás de las
cámaras, le ayuda a Marcos con la traducción).
El reportaje de la CBS fue realizado en dos días.
Primero aparecen Hamlin y Marcos charlando una noche sobre la vida de
los campesinos indígenas en la situación de guerra. Luego, a la mañana
siguiente, platican en diversos sitios sobre los orígenes y los motivos
del EZLN. Marcos busca cuidar su imagen y formular respuestas atractivas
para un público extranjero. En una ocasión, sorprende a Hamlin
confesándole que entre otras fuentes, aprendió tácticas de guerrilla
leyendo textos de los marines estadounidenses. En todos los
casos, el reportero Hamlin pregunta y responde con seriedad. Hay una
deliberada distancia, a pesar de las bromas y ocurrencias de Marcos,
creada por el informador.
Era curioso, pero sintomático. En la medida en que
Marcos aparecía en televisión, su misterio se difuminaba pero no en
beneficio de la leyenda sino en contra de su veloz celebridad. La
televisión es un medio ingrato: tan pronto encumbra personajes, como los
olvida, ya sea por la vía de la trivialización o por la de la
sustitución. Marcos, en televisión, mientras más se le veía más se
repetía él mismo, pues sus poses coreográficas o declarativas no eran
muchas.
Por esas fechas en la televisión estadounidense,
mucho más proclive a la banalización de los asuntos (porque se ocupa de
más asuntos y de manera más intensa, pero sin seguimiento de ellos) y al
desplazamiento de un personaje por otro, todo el día, todos los días, se
volvían a poner de moda las jovencitas patinadoras que habían
protagonizado una episodio de agresión y celos profesionales en su
disputa para asistir a los juegos olímpicos de invierno. Nancy Kerrigan
y Tonya Harding, para el ensimismado y egoísta público estadounidense,
eran desde luego mucho más cercanas que el enmascarado que desafiaba
retóricamente desde la selva de Chiapas. Eso explica el bajo perfil que
Marcos adquiere en los medios internacionales. Las dos patinadoras, que
protagonizaron el asunto más publicitado en los medios de Estados
Unidos a comienzos de febrero eran más asibles, más identificables con
problemas y hasta con pasiones concretos. Tenían biografías, parientes,
desplantes y animosidades muy precisos.
Los motivos y la circunstancia del enmascarado de
Chiapas, en cambio, eran casi por completo ajenos a la circunstancia de
los televidentes en los Estados Unidos. En México, ocurre algo parecido,
aunque en menor intensidad. Marcos logra presencia propagandística, e
incluso política, de importancia notable en la ciudad de México y en
varias de las principales zonas urbanas. Pero conforme el conflicto de
Chiapas es menos lacerante para mexicanos de otros sitios del país,
Marcos pierde importancia e incluso su extravagante presencia, de
personaje armado pero que hace chistes (o lo que él considera que son
referencias humorísticas) y cuenta historias de índole diversa, deja de
llamar la atención: se vuelve parte del bizarro y homogeneizador paisaje
político mexicano. Simplificando un poco, con afán de enfatizar este
asunto, podemos decir que en los medios de comunicación Marcos, al
repetirse a sí mismo, se autotrivializa. Y en el mundo político,
comienza a ser asimilado si no en sus posiciones, sí en su imagen. El
pasamontañas, paulatinamente, deja de ser agresivo y, para algunos,
llega a ser incluso festivo.
Más tarde otro acontecimiento dramático y terrible,
el asesinato de Luis Donaldo Colosio el 23 de marzo, desplaza al tema
Chiapas de los medios de comunicación y, en general, de la preocupación
pública. Eso no significaba que el problema chiapaneco dejase de
existir. Simplemente, adquirió menos densidad informativa.
Iconografía y palabrería. Las epístolas de Marcos
La iconografía del enmascaramiento, aparte de sus
implicaciones políticas o estratégicas, ha tenido una función
cohesionadora entre los mismos neozapatistas y entre ellos y sus aliados
religiosos. Y al aparecer multiplicada en los medios, la imagen del
dirigente del EZLN adquiere nueva legitimidad delante de los suyos. Un
solo episodio nos permite documentar esa afirmación. Pedro Casaldáliga,
obispo de Sao Felix, en Brasil, estuvo en Chiapas el 8 de febrero para
reunirse con Samuel Ruiz, a la cabeza de una delegación de obispos
latinoamericanos partidarios de la Teología de la Liberación. El
reportero Jorge Andrés Gómez Pineda describió así, en el noticiero Para
Empezar, de Estereorrey, una de las acciones de ese personaje brasileño,
durante su visita a San Cristóbal de Las Casas:
"Por cierto, se llevó a cabo aquí una celebración
eucarística muy particular e interesante. Sobre una caja de cartón un
tanto desvencijada colocaron un altar. En este altar se hallaba un
crucifijo de madera y una portada del semanario Proceso en la
cual estaba una efigie del subcomandante Marcos. Monseñor Casaldáliga
dijo que en este momento Jesucristo se nos presenta en el Continente con
el rostro cubierto con un pasamontañas".
Pero fueron sus textos, más que su imagen, lo que le
ganó a Marcos una presencia ideológica intensa entre algunos sectores de
la población mexicana. Las fotografías y los videos del personaje
enmascarado fueron la carta de presentación, la imagen dura,
capaz de inquietar a sectores significativos de la población. Los
comunicados que, en gran abundancia, dirige a varios diarios,
proporcionan a esa imagen inicial los matices pertinentes para volverla
cercana a sectores todavía más peculiares: sobre todo, para los lectores
de La Jornada, el diario más empeñado en publicar los textos del
subcomandante. A diferencia de otros líderes de grupos armados en el
mundo (por ejemplo el IRA irlandés, o las guerrillas centroamericanas)
que aparecen como drásticos y hasta bruscos, Marcos llega a ser un
personaje extrañamente ambivalente. El mismo que amenaza con una guerra
para derribar al gobierno, tiene facetas amables y que algunos llegan a
considerar simpáticas.
Marcos, de esta manera, tiene una política de imagen
para los medios visuales y otra, complementaria, para la prensa escrita.
Ambas, en las primeras semanas de la crisis chiapaneca, resultan
eficaces. En la televisión, sobre todo en los primeros días del
conflicto, Marcos despierta curiosidad. En varios medios impresos, pero
en una reacción que dura mucho más tiempo, el subcomandante recibe
solidaridad.
Tales simpatías, se manifiestan en espacios contantes
y llamativos que recogen las posiciones del Ejército Zapatista. Este
grupo, a su vez, desplegaba una intencionada política de comunicación al
escoger a medios muy específicos, discriminando a otros, para el envío
de sus comunidados. El subcomandante Marcos, a nombre del EZLN,
explicaría más tarde por qué eligió a los diarios del Distrito Federal
La Jornada y El Financiero, al semanario Proceso y
al diario Tiempo de San Cristóbal, como destinatarios de su
prolífica producción epistolar. A continuación hacemos un recuento de
los documentos del EZLN, y de su vocero Marcos, aparecidos en las
primeras siete semanas del conflicto, que son el periodo cubierto por el
presente estudio. No se trata de un análisis de contenido, que
requeriría de un trabajo más detallado, sino simplemente de una
enumeración que destaca los medios que confirieron más espacio a tales
textos, así como algunas de sus intencionalidades y tonalidades
editoriales.
El primer comunicado del EZLN, distribuído en San
Cristóbal el primer día de la insurrección, fue publicado por La
Jornada a la mañana siguiente, la del domingo 2 de enero. Se trataba
de la "Declaración de Guerra" en donde el EZLN manifestaba sus objetivos
iniciales. El martes 4, aparecían unas breves declaraciones de Marcos,
al que todavía se le denominaba "comandante", recogidas por Roger
Gutiérrez Díaz (que no forma parte de la planta de reporteros de La
Jornada) el día primero en San Cristóbal. Una aparente carta del
EZLN, enviada por fax, proponía a tres intermediarios para negociar (la
premio nobel Rigoberta Menchú, el periodista Julio Scherer y el obispo
Samuel Ruiz) y aparecía el sábado 8 de enero.
Hasta entonces, ni La Jornada ni otro diario
de la ciudad de México habían recibido directamente comunicados del
EZLN. Llama la atención del hecho de que, sin embargo, alrededor del 3
de enero, según informaron varias agencias, un enviado del EZ se
apersonó en al menos en una redacción de un diario francés, en París.
Por esas fechas, hacia la mitad de la semana, a
varias redacciones de medios nacionales y extranjeros habían llegado
ejemplares de El Despertador Mexicano, un periódico que se
presentaba como órgano informativo del EZLN y que contenía el primer
documento público (la "Declaración de Guerra") así como las reglas
internas para el Ejército Zapatista. Pero los comunicados coyunturales
no llegaban por vía directa a ninguna redacción, de tal manera que hubo
motivos para pensar que el fax recibido el viernes 7, y publicado al día
siguiente, se debía más bien a un recurso buscado por algún grupo que,
buscando contribuir a la mediación, suplantaba la firma del EZLN para
sugerir a los tres negociadores (de los cuales sólo uno, el obispo Ruiz,
aceptaría).
El 11 de enero, en el mismo diario aparece un
documento que, habiendo sido recibido por Tiempo de San
Cristóbal, es una suerte de primer parte de guerra en donde el EZ
precisa sus demandas inmediatas (reconocimiento como fuerza beligerante,
cese al fuego, retiro de las tropas federales, etcétera) y sus métodos
de batalla. La Jornada publica el texto aunque al parecer no
tiene certeza sobre su autenticidad, pues lo titula "Versión de
propuesta del EZLN para que se inicie el diálogo". Este mismo documento,
ya plenamente autentificado por el EZLN, aparecerá de nuevo en un
suplemento especial que ese diario ofrece una semana más tarde, el 18 de
enero.
Hasta entonces, fuera de declaraciones muy breves y
por parte de miembros de base del EZ, no se habían conocido opiniones
manifestadas de viva voz o en documentos específicos, por los dirigentes
de ese grupo a la prensa nacional. Los diarios de la ciudad de México no
recibían directamente los comunicados del EZLN, hasta que los zapatistas
comienzan a entregarlos a los enviados, en San Cristóbal, de unos
cuandos medios. También comienzan a aparecer conversaciones exclusivas.
El domingo 16, La Jornada publica una extensa
entrevista del reportero Ricardo Alemán con el "Mayor Mario" del EZLN.
Retratados ambos en una foto que aparece en la página 3 de ese diario,
la nota deja la impresión de ser exclusiva aunque luego se sabe que la
entrevista fue hecha también, y publicada, por periodistas de otros
países. Al "Mayor Mario", según se confirma también, le gustaba
fotografiarse con muchos enviados de prensa.
Dos días más tarde, el martes 18 de enero, varios
diarios (en el DF La Jornada y El Financiero) reciben
cuatro comunicados y dos cartas del EZ. La Jornada los incluye en
un suplemento especial. Se trata de dos comunicados fechados el 13 y
otros dos el 11 y 12 de enero, así como una carta a ese y otros medios
de información y una más dirigida al presidente Bill Clinton de Estados
Unidos. Allí también se publica el comunicado del EZ del 6 de enero, en
donde sintetiza sus demandas y que, como señalamos antes, ese mismo
diario ya había incluído en su edición del 11 de enero. Un nuevo
"Perfil" de La Jornada al día siguiente, miércoles 19 recoge las
transcripciones, en parte ya conocidas, con las declaraciones del
subcomandante Marcos grabadas el primero de enero en la ocupación de San
Cristóbal.
El jueves 20, aparece una entrevista del periodista
chiapaneco Gaspar Morquecho con la "capitana Elisa", del EZLN. El
viernes 21, tres comunicados del Comité Clandestino Revolucionario
Indígena-Comandancia General del EZLN y ese mismo día, en primera plana,
el conocido texto "¿De qué nos van a perdonar?" en donde el
subcomandante Marcos responde, sin desdeñarla pero aprovechándola
líricamente, a la oferta de amnistía del gobierno federal. Ese texto, es
publicado también de manera íntegra por unomásuno, diario que no
recibía directamente los comunicados del EZLN y que tuvo una posición
insistentemente crítica a la la que consideraba apología del grupo
armado en medios como La Jornada.
La Jornada, conforme avanza el conflicto, se hace
eco frecuentemente no sólo de los comunicados del EZLN sino de
remembranzas y semblanzas de los dirigentes de ese grupo, que son
buscados por enviados del diario. Marcos llegará a decir, en un
documento publicado el 14 de febrero, que los reporteros de ese diario,
"no se conforman con los boletines oficiales... forman una verdadera
unidad de asalto que empieza a develar caras diversas del hecho que está
cubriendo". Pero más que las ganas de ofrecer ángulos variados del
conflicto, en los reporteros y en muchos colaboradores de La Jornada
destaca su simpatía con el EZLN, que encuentra posiciones recíprocas
en los dirigentes neozapatistas. Incluso, como se ve más adelante,
cuando nos ocupamos del incidente entre el subcomandante Marcos y ese
diario debido a las alusiones groseras que hace respecto de un
caricaturista, hay reporteros de La Jornada que llegan a confesar
su disposición para revisar y censurar las declaraciones del EZLN en
caso de que consideren que pueden afectar a la causa de ese grupo.
Un "nuevo paquete de comunicados" del EZ, aparece el
martes 25 de enero. Uno, manifestando que no impedirán las elecciones
federales de agosto, con un epílogo de Marcos sobre su pasamontañas
("¿no es la cultura política mexicana una cultura de tapados?"). Otro,
dirigido a Manuel Camacho y Samuel Ruiz, sobre la ley de amnistía y las
demandas del EZ. Otro más, a diversas organizaciones indígenas,
expresándoles respeto por las formas de lucha de cada quien. Un cuarto
documento, "a todo el pueblo de México", ampliando esa idea de diversas
formas de lucha en donde la vía armada sería una entre varias. Un quinto
texto, con las conclusiones del "juicio popular" al general Castellanos,
tras el cual se decidía liberarlo a cambio de todos los presos miembros
del EZ capturados por el gobierno.
El jueves 27, aparece en ese diario una entrevista
del reportero Oscar Camacho con la "capitana Irma" del EZLN. Interrogada
sobre los esfuerzos pacificadores del Comisionado gubernamental, la
"capitana" responde con ortodoxia: "Tenemos diez puntos y los seguimos
teniendo; eso nunca va a cambiar hasta que se consiga. De eso no hay
nada, no existe respuesta a estos diez puntos. El gobierno nunca lo ha
reconocido y de hecho pensamos que no lo va a cumplir, aunque prometa
muchas cosas". La guerrillera insiste en una descripción fatal de la
misión del EZLN y con frecuencia repite la disposición de sus
integrantes para morir en la pelea, antes que claudicar. Esa voluntad
impresiona al reportero Oscar Camacho Guzmán, quien escribe la siguiente
reflexión al terminar su nota: "Sería irresponsable sugerir que juegan a
la revolución. Su seriedad, brava e intransigente, deja claro que
conocen los riesgos de sus actos. Simplemente, se cansaron de las
promesas, se cansaron de esperar, pero aseguran estar dispuestos a
resistir lo que haga falta, 'hasta triunfar".
La retroalimentación entre La Jornada y el
EZLN prosigue con amabilidad, casi como si no se tratara de un grupo
armado. El domingo 30 de enero, aparece con entrada en primera plana una
carta que el subcomandante Marcos le dirigía al columnista de ese
diario, Alvaro Cepeda Neri (éste, a su vez, había publicado una carta
abierta al personaje enmascarado). Marcos relata allí sus impresiones en
la selva, acosado por aviones de reconocimiento militar y meditando en
el significado de su lucha y la de sus compañeros. Curiosamente, la
carta tiene una notoria confianza con el destinatario y está dirigida al
"Señor Cepeda Neri y familia".
Mucha mayor familiaridad, se expresa en las extensas
conversaciones que los reporteros Blanche Petrich y Elio Henríquez
sostienen con los dirigentes del EZLN y aparecidas entre el viernes 4 y
el martes 8 de febrero, en ese diario (en esa misma ocasión fue cuando
Epigmenio Ibarra hizo la entrevista, ya mencionada, para Multivisión).
La primera parte, ocupa la mitad de la primera plana y otras dos
páginas, completas, en interiores. "El pueblo nos ordenó empezar", dice
el encabezado, después del balazo "La Jornada entrevista al
Comité Clandestino Indígena" y se trata de una conversación con seis
comandantes del EZLN. Ese mismo viernes, el diario publica tres
comunicados del EZ: uno, relativo a las gestiones de Manuel Camacho y en
donde reclama un aparente cambio de tono en el Comisionado cuando se
refiere al Ejército Zapatista. Otro más, del subcomandante Marcos a
varios medios, en donde se burla del calificativo "fuerza política en
formación" que desde el gobierno se ha empleado para denominar al EZ. El
tercer documento, anuncia la próxima liberación del general Absalón
Castellanos.
El sábado 5, aparece la segunda parte de la
entrevista colectiva con el mando del EZLN y una más, exclusivamente con
el subcomandante más conocido del país: "Marcos: obligamos al
gobierno a dialogar", es el encabezado de primera plana. Casi cuatro
páginas más, en esa edición, recogen las conversaciones de los líderes
del EZ con los enviados de La Jornada. La segunda parte de la
entrevista, ya solamente con Marcos, en donde se destacan aspectos
personales del subcomandante, aparece el domingo 6 de febrero. En dos
planas completas, con entrada en la primera página del diario ("Subcomandante
Marcos: la falta de tierras fue el detonante de esta guerra", indica
el balazo, antes del titular "Ellos dijeron: 'la muerte es nuestra;
ahora decidimos cómo tomarla").
La tercera parte de la conversación, el lunes 7,
vuelve a ocupar el encabezado principal de la primera plana: "No es hora
de entregar las armas: Marcos". Una parte cuarta, y final de esta
entrevista, el martes 8 de enero, señala en el encabezado "Revolución
electoral o el país se levantará, advierte Marcos". En total, la
entrevista con el "subcomandante" recibió aproximadamente ocho planas,
distribuídas en cuatro días consecutivos. No es aventurado afirmar que
nunca, en los casi diez años de vida de ese diario, La Jornada
había dedicado tanto espacio a una sola conversación con una persona.
Nuevos comunicados. El domingo 6 de febrero, al mismo
tiempo que presentaba la segunda parte de su larga conversación con el
personaje Marcos, La Jornada reproducía tres documentos del EZLN.
El primero, dirigido al Consejo Estatal de Organizaciones Indígenas y
Campesinas, CEOIC. El segundo, al Consejo Guerrerense 500 años de
Resistencia Indígena. El otro, "a todas las organizaciones no
gubernamentales de México" (sic) sobre el cinturón de seguridad
que se crearía en torno al sitio de las pláticas de paz.
El sábado 12, aparece una nueva resma de ¡ocho!
comunicados: 1) A los medios de información, el subcomandante les pide
paciencia porque los preparativos hacia las negociaciones de paz son
largos. 2) A miembros del Consejo Estudiantil de la UNAM, CEU, que le
habían expresado por escrito su deseo de acudir a Chiapas, Marcos les
indica que aguarden a que "las cosas se hayan calmado un poco" --en esa
misiva, añade ocho posdatas a diversos destinatarios--. 3) Al Frente
Cívico de Mapastepec, Chiapas, el EZ le manifiesta simpatía por la
ocupación de la presidencia municipal que decidió, en inconformidad con
irregularidades electorales. 4) Al presidente municipal de Sixto
Verduzco, en Michoacán, el Comité Clandestino del EZLN le responde a una
carta de solidaridad. 5) A la Coordinadora Nacional de Pueblos Indios,
le manifiesta su identificación con las luchas étnicas. 6) A la
Coordinadora Nacional Plan de Ayala, le agradece su apoyo. 7) A la
Asociación Regional Liberación en Pro de los Derechos Humanos,
Económicos, Sociales y Políticos A.C. de Tlaxcala, le acusa recibo de
una carta en la que se manifestaban deseos de colaborar en el cinturón
de paz cuando se realizaran las pláticas. 8) A los niños del Comité de
Solidaridad del Internado de Educación Primaria Número 4 "Beatriz
Hernández" de Guadalajara, Jalisco, Marcos y el Comité Clandestino les
agradecen su adhesión. Ocho comunicados: a esas alturas, la capacidad
declarativa del subcomandante Marcos desbordaba la aptitud lectora de
muchos de sus simpatizantes, pero La Jornada seguía
publicándolos, todos e íntegros. Otro más, aparecido el lunes 7 de
febrero, reproduce una carta de Marcos al periodista Gaspar Morquecho,
del periódico Tiempo de San Cristóbal.
El 16 de febrero, aparece una invitación del EZLN
para ocho partidos políticos, a cuyos candidatos presidenciales y
dirigentes invita para ser testigos en las pláticas de paz, que cada vez
son más inminentes. Son destinatarios de esta comunicación abierta los
siguientes partidos, mencionados en este orden: PAN, PRI, PRD, PFCRN,
PT, PARM, PVEM y PPS. Al Ejército Zapatista de le olvida incluir a un
noveno partido con registro nacional, el PDM, al que envía una
comunicación de disculpa que aparece en La Jornada del viernes 18
de febrero.
Dos comunicados más reciben espacio en ese diario el
martes 22 de febrero, al día siguiente del inicio de la pláticas en San
Cristóbal. El EZLN responde, explicando por qué eligió la lucha armada,
a una carta de la Coordinación Nacional de Acción Cívica para la
Liberación Nacional. En otro, alerta a "Todas las Organizaciones No
Gubernamentales de México" sobre la posibilidad de que surjan
provocaciones en el transcurso de las pláticas para la paz. Cuando estos
documentos son publicados, ya ha comenzado el encuentro de los
representantes del EZ encabezados por Marcos y, por otra parte, el
enviado presidencial Manuel Camacho.
No todas las entrevistas con líderes e integrantes
del Ejército Zapatista aparecieron en La Jornada, pero sí las más
notorias y extensas. Una de las que, fuera de ese diario, tuvieron más
relevancia, fue la que el subcomandante concedió a Vicente Leñero de la
revista Proceso y Oscar Hinojosa de El Financiero (junto
con Tim Golden, de The New York Times) y que apareció en las
ediciones que circularon el domingo 20 de febrero, de esas
publicaciones.
La Jornada, evidentemente, fue el medio de
comunicación que más atención, no exenta de simpatía, ofreció a las
opiniones y avisos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Una
decisión expresa de sus directivos, explicada a veces en editoriales
aunque más bien inopinada y pragmática, llevó a otorgarle un espacio
singularmente amplio a ese grupo.
Otros diarios (El Financiero a veces y en
algunas ocasiones, entre otros, Excélsior o El Universal)
publicaron documentos del Ejército Zapatista. Pero La Jornada es
el único cotidiano que publicó íntegros todos los comunicados conocidos
del EZLN, al menos hasta ya entrada la segunda quincena de febero. Sin
embargo, La Jornada también incluyó, completos, otros documentos
alusivos al conflicto en Chiapas. Los principales discursos del
Presidente de la República sobre ese asunto, algunas intervenciones del
Secretario de la Defensa o boletines de esa dependencia, también son
publicados de manera íntegra. Con todo, es mayor el espacio destinado a
las posiciones del EZLN, quizá porque la compulsión epistolar de Marcos
es superior a la capacidad declarativa de cualquier funcionario
gubernamental.
Los "hombres verdaderos" y los reporteros indignados
Sin embargo además de la cobertura informativa, que
iba más allá de lo rutinario, o de la atención que otros medios
decidieron conferirle al EZ, en La Jornada había un sentimiento
de adhesión, que luego se volvió explícita, en favor de los
neozapatistas.
El domingo 20 de febrero, en la pequeña "Rayuela" que
aparece en su contraportada, La Jornada publicaba la siguiente
definición editorial, comentando una noticia reciente pero, además,
elogiando a los neozapatistas:
Observadores del Pentágono en San Cristóbal.
El imperio más grande del mundo lanza
su mirada escudriñadora sobre un
puñado de indígenas, los hombres
verdaderos, los hombres de maíz.
Al día siguiente, 21 de febrero, en una carta
dirigida a propósito de otro texto aparecido en el diario (la crónica
sobre un enfrentamiento verbal entre habitantes de Altamirano y
estudiantes del DF que habían acudido a ofrecer víveres) el escritor
Luis González de Alba se refiere a la elogiosa pero, al mismo tiempo,
descalificadora "Rayuela": advierte que al ponderar como lo hacía ese
minieditorial a los campesinos indígenas, parecía regatear la hombría, o
la humanidad, de todos los demás. "Loa machorra" la llama el articulista
del diario, preocupado porque el director de La Jornada
autorizara o escribiera un texto así. "Que tú decidas que ese 'puñado de
indígenas' son 'los hombres verdaderos' es un autogol porque tú diriges
un periódico: no estás entre ellos", le dice González de Alba al
director del diario.
La crónica aludida por González de Alba había sido
enviada por Hermann Bellighausen --un escritor que hizo grandes
esfuerzos para no deslumbrarse ante el EZLN sin, al mismo tiempo, dejar
de relatar el pensamiento de los neozapatistas--. Allí se describía
cómo, el 18 de febrero, en Altamirano "una multitud enardecida" impidió
el tránsito de un camión con alimentos y ropa que un grupo de
estudiantes del Consejo Estudiantil Universitario, de la UNAM, llevaba a
la población de Morelia, en la zona del conflicto. Los altamirenses,
identificándolos con los causantes de la guerra, los amedrentaron. Al
autor de la crónica y a otros periodistas, los insultaron y amenazaron
sin que la policía local interviniera. Las notas de La Jornada
decían que varios ganaderos incitaron a campesinos indígenas para que
agredieran a los estudiantes, los cuales simpatizaban con el Ejército
Zapatista.
González de Alba, en su carta para comentar aquella
crónica, apuntaba que Bellighausen, "se refiere a la multitud de indios
refugiados que vació el camión que el CEU llevaba al EZLN como
'manipulados' por 'instigadores'. Hasta amotinados le parecen". Además
citaba una nota del reportero Ricardo Alemán, según el cual "los
ganaderos altos y blancos 'contagian con su vehemencia' a 'esos
indígenas descalzos, harapientos, de estaturas minúsculas' y cómo bastó
la sugerencia de un hijo de ganadero para que 'cientos de indígenas'
respondieran con gritos de acuerdo a las instrucciones de los ricos,
blancos y altos". González de Alba, sugería que había un tono racista en
los textos en donde los indígenas aparecían como solamente manipulados y
azuzados, como si no tuvieran motivos propios: "tus reporteros prefieren
pensar que los indios son estúpidos y no que, blasfemia, rechacen la
guerrilla".
Bellinghausen responde, en otra carta a González de
Alba, aparecida el martes 22. Allí, lo conminaba para que acudiese y
constatara la animosidad que prevalecía en Altamirano. Le dice,
manteniendo el tono personal con que González de Alba inició la
polémica:
"Ojalá tu reconocida preparación como psicólogo
social te ayude a entender, ya que yo no pude, los mecanismos íntimos
del miedo, el odio, el linchamiento y el racismo invertido de algunos
blancos de por acá, sobre la desgracia de estos indios manipulables".
Otra respuesta se añade a la del cronista
Bellinghausen, al día siguiente, miércoles 23 de febrero. Diecisiete
reporteros, de ocho medios, se consideran aludidos por la carta de G. de
A., la cual les parece "plagada de generalizaciones falsas e
irresponsables". Se explican pero, sobre todo, se justifican:
"La situación en Chiapas es sumamente compleja, y si
algo no sirve son las interpretaciones maniqueas y los alegatos fuera de
contexto. Contra lo que afirman Luis González de Alba y las autoridades
municipales de facto en Altamirano, los víveres que la caravana
universitaria Ricardo Pozas intentaba llevar a Morelia no eran para el
EZLN sino para la población de ese aislado lugar, independientemente de
sus afinidades políticas".
Decían más adelante:
"Las imputaciones de discriminación y racismo que se
nos hacen están fuera de lugar, como creemos que queda claro en nuestro
trabajo periodístico. Es evidente que González de Alba desconoce la
situación. Ni glorificamos la violencia ni descalificamos a quienes no
apoyan al EZLN y sufren las consecuencias del levantamiento..."
Los reporteros, vueltos comentaristas epistolares,
decían:
"Lo que sucedió el pasado viernes fue un asalto y un
despojo, evidentemente azuzado por las autoridades municipales y los
ganaderos. No lo suponemos, nos consta. Por rendir testimonio de esto
hemos sido agredidos físicamente varias veces, no sólo ese día, y varios
de nosotros hemos recibido incluso amenazas de muerte. La dolorosa
situación de los desplazados de la guerra y otros lugares del municipio
hace fáciles la desesperación y los actos agresivos. No son estúpidos,
pero están aterrados. Además del hostigamiento zapatista, estos
campesinos fueron víctimas de ataques aéreos que dejaron muertos y
heridos".
Y reiteran la invitación, erigiéndose como los
conocedores de la crisis en Chiapas pero sugiriendo o reconociendo,
también, que las notas informativas que envían a sus medios no son
suficientes para saber que ocurre en la zona del conflicto:
"Ya que la lectura de los diarios no satisface a
González de Alba, podría visitar la zona y sacar sus propias
conclusiones. Desde el Distrito Federal es posible que los convencidos
de antemano por sus propios fantasmas sufran confusiones".
Los firmantes de esta carta, así, aparte de precisar
el escenario chiapaneco y su versión de los acontecimientos en
Altamirano, implícitamente se definían como simpatizantes del EZLN (al
decir que no descalifican a quienes no lo apoyan, parecían admitir que
en otras circunstancias debieran hacerlo) si bien reconocían abusos de
ese grupo ("hostigamiento zapatista", refieren). Pero sus aclaraciones,
de tan encorajinadas, se descalificaban a sí mismas cuando empleaban un
tono autoritario para referirse a González de Alba:
"... lamentamos que en su ignorancia lea mal
expresiones como 'hombres verdaderos' que no se refieren a la valentía
machorra que machorramente deplora. Para su información, los mayas
chiapanecos, como otros grupos indígenas del país, se autodenominan
'hombres verdaderos'... No vemos más autogol que las obsesiones
recurrentes de González de Alba. No pretendemos ocuparnos más en
discutir con ignorantes..."
Es curioso cómo los enviados de varios medios, se
coaligaban para defender no sólo a un cronista, que firmaba entre ellos,
sino para defender al director de La Jornada, cuyo minieditorial
había merecido el reproche del colaborador de ese diario. Además, se
consideraban destinatarios de las críticas del escritor a los textos de
dos reporteros, no a los de todos ellos. Firmaron la carta los enviados
Ricardo Alemán, Raúl Ortega, Víctor Mendiola, Víctor Ballinas, Hermann
Bellinghausen, Juan Manuel Venegas, Roberto Garduño, Blanche Petrich y
Javier Molina, todos ellos de La Jornada. Además Ulises
Castellanos, de Proceso; Martín Salas y Antonio Turok de Imagen
Latina; Luis Jorge Gallegos, de Reforma; Gerardo García, de El
Economista; Fernando Castillo de la Agencia MIC; Eva Bodenstedt de
Macrópolis y Federico Campbell de El Financiero.
Reproducimos en extenso los documentos de esta
polémica, porque durante el periodo estudiado se trató de la única
ocasión en que, ante los cuestionamientos al manejo informativo de un
medio, hay discusión en él mismo sobre el trabajo de los reporteros y el
respaldo editorial que ellos reciben. Además, siendo La Jornada
el diario que mayor cobertura dio al conflicto chiapaneco y de manera
tan proselitistamente intencionada, resulta notable cómo, en sus mismas
páginas, tenía cabida la opinión discrepante, aunque airadamente
descalificada, de uno de sus colaboradores.
La contestación de González de Alba aparece el jueves
24 de febrero, siempre en la página de Correspondencia de La Jornada:
"Escribí que en dos artículos concretos, uno de
Bellinghausen y otro de Alemán, cuyas frases concretas cité, se
describía a los indios como actores pasivos movidos por fuerzas ajenas.
Llamé racismo a ese supuesto implícito de la estupidez indígena
manipulable con susurros de ganaderos. Lo sostengo.
"En respuesta estrafalaria y risible, 17 reporteros
se dan por aludidos. No sé quiénes son ni leo sus periódicos. Mal pude
hacerles 'imputaciones' cuando no les he leído, No sé qué mosca les
picó. Deseo, sin embargo, retomar sus afirmaciones, pues ya las
lanzaron.
"1. Es maniqueo que consideren despojada la caravana
Ricardo Pozas cuando otros indios, igualmente hambrientos, le
arrebataron víveres destinados a indios preseleccionados.
"2. Que la expresión 'hombres verdaderos' sea india
no la hace respetable ni repetible: es machista y etnocéntrica, aunque
común a todos los pueblos, cosa que los autoaludidos ignoran, si bien
más de uno haya dicho 'un cristiano' como sinónimo de 'humano'. Vean,
todos los pueblos tienen tradiciones abominables".
Pero cuando González de Alba pudo ver publicada su
carta, ya había otra, de una treintena de miembros de la redacción de
La Jornada y que aparecía ese mismo jueves 24. De manera
llamativamente grosera esos periodistas, aparte de expresar el "apoyo a
nuestros colegas" enviados a Chiapas, consideraban "supino" y
"lapidarias" el estilo y las opiniones de G. de A.
Las primeras definiciones de este escritor, en su
misiva inicial del lunes 21, fueron tomadas como agresión a los enviados
que el diario había comisionado en Chiapas. Se despliega, entonces, una
reacción corporativa y no exenta de descomedimiento. Para entonces ya
eran, aparte de los reporteros de varios diarios que cuestionaban a G.
de A., 35 los trabajadores de La Jornada interesados en
descalificar al articulista, por cierto compañero suyo en las páginas de
ese diario.
Significativamente, ningún otro asunto (ni siquiera
las amenazas ominosas y anónimas que recibió La Jornada) inquieta
de esa manera a los trabajadores del multicitado diario, al menos en el
periodo del conflicto chiapaneco que hemos revisado. Agresivos sus
trabajadores, el diario, como empresa editorial, se comportó al menos de
manera inequitativa con su colaborador pues publicó esta carta contra él
el mismo día, pero en un sitio más vistoso, que la misiva del mismo
González de Alba. Este, tuvo que responder ahora a los 35 firmantes, el
sábado 26 de febrero, en una tercera comunicación, en la que cita otras
opiniones aparecidas en esos días. Con sarcasmo, y quizá hartazgo,
González de Alba concluye la significativa polémica (en donde las
reacciones corporativas al interior de La Jornada impidieron un
ejercicio de autocrítica y evaluación) repitiendo, y explicando, que
detrás de las reacciones aparentemente solidarias con el EZLN, había una
actitud de racismo e intolerancia:
"Otros 35 periodistas respaldan a los que publicaron
el 23 de febrero contra mi breve carta en la que objetaba no los hechos
relatados con respecto a Chiapas, sino la interpretación de los hechos.
Los más altos intelectuales del país exigen en otra carta que los
'enardecidos indígenas' que se comieron lo que llevaba la caravana
universitaria al ejido Morelia ¡reparen los daños! Nueve maestros y '52
firmas más' exigen acción legal contra esos mismos indios ladrones. A
ver si ya entendí:
"1. Cuando los indios declaran formalmente la guerra
al Ejército Mexicano, se explica por el hambre y la explotación que así,
obtiene resultados y no 'con simposios a lo largo de los próximos 800
años' (La Jornada, 21 II, p. 17). Debe uno pedir al Ejército un
inmediato cese al fuego unilateral.
"2. Cuando otros indios, que huyen entre dos fuegos,
asaltan y se comen un camión de víveres que no eran para ellos, deben
entonces a) pagar lo que se comieron, b) ir a la cárcel.
"El propio enviado Bellinghausen acota: 'Es necesario
reconocer que los desplazados que rodeaban al camión requieren también
de ayuda y alimentos; su situación es tan crítica como la de quienes
permanecen en sus comunidades' ¿Entonces? Lo malo de la violencia, vean,
es que no distingue a los humanitarios ni permite que los desplazados
hagan cola 800 años esperando a los humanitarios".
Una mentada verdadera y las respuestas
contradictorias
Pero las simpatías de La Jornada con "los
hombres verdaderos" y los personajes que los habían vuelto célebres, no
siempre fueron correspondidas. En algún momento, llegó a ocurrir una
fricción entre ese diario y el subcomandante Marcos. Cuando los
reporteros Blanche Petrich y Elio Henríquez lo entrevistaron, el
neozapatista enmascarado, entre muchas otras cosas, en la nota aparecida
el domingo 6 de febrero envió varios mensajes.
"Al cartonista Magú, 'una mentada de madre",
escribieron los enviados. Magú, que es el nombre de batalla gráfica de
Bulmaro Castellanos, se había distinguido del clima de opinión
mayoritariamente complaciente respecto del EZLN que había en su
periódico, por deslizar frecuentes críticas a los desplantes
personalistas del "subcomandante", así como a la violencia del Ejército
Zapatista. Ante la injuria que, entre bromas y veras se había dirigido a
su colaborador, La Jornada tardó dos días, pero reaccionó el 8 de
febrero, en una "Rayuela" en su contraportada:
Sub:
Los insultos sólo se contestan
con insultos.
Nosotros no iremos a esa guerra.
Pero no quedó allí el litigio doméstico. El
caricaturista contestó, primero extrañado y divertido. Luego, molesto y
preocupado. El mismo día en que se publicaba el peculiar recado para él,
Magú, en una esquina de su cotidiano cartón, se daba por enterado:
"Recibí su recado sr. sub-Marcos. ¿Ya así nos llevamos?". El lunes 7,
jugaba con el asunto, pero intencionadamente, retratando a varios
personajes públicos (Fidel Velázquez, Pedro Aspe, José López Portillo,
Jesús Silva Herzog) que se encuentran entre los más caricaturizados por
ese cartonista y que aparentemente reaccionaban ante el insulto. Magú
escribía al calce: "Los arriba firmantes, mismos que hemos padecido el
trabajo profesional de Magú, decimos: ¡¡¡NO a la Mentada de Madre como
respuesta a sus caricaturas!!!". Juguetona, pero enfáticamente, el
cartonista se quejaba por el insulto que, viniendo de un señor que
encabeza a un grupo armado, no era cualquier insulto. Dos días más,
sigue el colaborador de La Jornada aprovechando el tema, no sin
establecer su opinión de rechazo, siempre humorísticamente, al agravio
verbal.
Pero a Marcos, y a su actitud, le salieron
defensores. Los reporteros Petrich y Henríquez, en una de las
declaraciones provenientes de periodistas más significativas en todo el
conflicto, escribieron una carta que apareció el viernes 11 de febrero:
"Señor director: de haber sabido que Magú iba a hacer
tan grande un mensaje más bien chocarrero que el subcomandante Marcos
le envió a través de nosotros, hubiéramos omitido del texto de
nuestra entrevista la parte en la que el sub, evidentemente
lector fiel de La Jornada, le manda un recado 'al caricaturista
Magú: una mentada de madre'.
"Todos sabemos cuánto echamos mano los mexicanos de
las mentadas, sin que éstas lleguen al insulto o a la ofensa verdadera.
¿Para qué le hace tanto al cuento?
"Faltó poner en nuestra nota el tono sonriente en que
la frase fue dicha, la actitud de abierto relajo y el humor mezclado con
cansancio. En rigor, y aquí nos fiamos de la atmósfera de la entrevista
y del tono del subcomandante, de lo que se trató fue de un
intercambio de saludos.
"Nos es imposible saber a través de los cartones de
Magú si éste se considera descalificado en alguna medida por esa frase.
Más bien, y por eso incluímos ese detalle en la nota, debe considerarse
ante un lector con derecho a comentario".
En su breve carta, los reporteros Petrich y Enríquez
conferían a la entrevista con el dirigente de un grupo armado, que pocas
semanas antes había declarado la guerra a un ejército nacional, un tono
de relajo y amabilidad. Si así ocurrió, fue por la condescendencia con
la que acudieron a la conversación. Además, consideraban que un
saludo en el tono en que el personaje Marcos lo dirigió, debía
tomarse como humorístico por estar dirigido a un caricaturista (que, por
muy agresivo que suela ser, no se recuerda que haya insultado a nadie en
sus cartones).
Pero fundamentalmente, y de allí la importancia de
ese testimonio, los dos reporteros de La Jornada admitían que se
consideraban en aptitud para decidir qué enviaban para su publicación y
qué suprimían, entre las declaraciones que se les manifestaban. De haber
sabido del escándalo que suscitaría la declaración del señor Marcos, la
"hubiéramos omitido del texto de nuestra entrevista", aseguraron. Los
reporteros se confesaban censores de lo que pueden saber los lectores de
La Jornada o, en todo caso, protectores de la imagen del
subcomandante.
Magú respondió en esa misma edición, con ingenio y
humor, pero estableciendo una posición distinta de la de sus colegas
reporteros:
"Señor director: Este monero confiesa que ha hecho un
escándalo público en un vaso de agua por ignorar que ha habido un
parteaguas histórico y coyuntural que ha dividido a México en antes y
después del primero de enero.
"En el México de hoy se llaman mensajes
chocarreros a los que en el México de ayer conocíamos como
mentadas de madre; en el México de ayer, lo que conocíamos en las
notas periodísticas como contexto, ahora se llama igual pero se
publica hasta que uno le hace tanto al cuento.
"Aclaradas las cosas, reciba el SubComandante
un intercambio de saludos, aclaro que de los de antes, de los no
chocarreros".
Cuestión de marketing: por qué el
pasamontañas derrotó a los paliacates
La imagen y los textos del "subcomandante" Marcos han
despertado interés, controversias, animadversiones, adhesiones,
descalificaciones e ilusiones de lo más variadas. La presencia de este
personaje en el imaginario colectivo como le dicen los especialistas en
cultura popular, tiene numerosas aristas. En estas páginas, apenas hemos
mencionado algunas de sus consecuencias, en relación con el manejo que
de esa imagen se hizo en los medios de comunicación que la registraron
con más insistencia, en las primeras semanas de la crisis chiapaneca.
A pesar de la variedad de significados e incluso de
discursos en los versátiles comunicados y en las asiduas comparecencias
mediáticas del subcomandante Marcos, no dejan de llamar la atención dos
vertientes en los mensajes del EZLN. Por un lado se encuentran las
demandas, las urgencias y hasta las miserias de los campesinos indígenas
que estarían constituyendo las bases del grupo armado. Por otro, se
encuentra el líder, uno sólo él, que destaca notablemente dentro del
grupo dirigente de tal suerte que puede ser identificado como algo más
que vocero. El pasamontañas de Marcos adquiere una definición, y una
notoriedad, más intensas que los paliacates de los campesinos indígenas.
De la misma forma, hay dos imágenes que serán recuperadas según los
afanes de cada uno de sus destinatarios. La clase media en busca de
referencias míticas, preferirá el pasamontañas negro antes que los
paliacates rojos. Este contraste es descrito por Francisco Báez
Rodríguez con tanta puntualidad, que lo reproducimos en una extensa cita
(etcétera núm. 55, el 17 de febrero de 1994):
"El subcomandante Marcos merece párrafo
aparte. Posa con sus cananas, dirige la cuestión militar, la hace de
intérprete del Comité Clandestino Revolucionario indígena. Domina el
castilla a tal grado que sus cartas y declaraciones están salpicadas
de frases lapidarias con intención poética. Igual cita a Galio, nexos
y Fontanarrosa que a Juan del Diablo (su alter ego), maneja el
but of course y el monsieur, utiliza vocablos de la izquierda
universitaria pero también puede imitar a Chancey Gardiner, el personaje
de 'Un jardinero con suerte' y hablar de política con vagas alegorías
botánicas que oscilan entre el common sense y el nonsense.
Su antisolemnidad y humor son aplaudidos (aunque al parecer tenga
reacciones de funcionario ante ciertos caricaturistas). Evoca los sueños
de adolescente de más de un izquierdista de ciudad que se imaginó
cargando un kalishnikov en la sierra, cuando en realidad estaba
de paseo en el Ajusco con los cuates.
"La combinación de estas dos imágenes resulta muy
eficaz. La de los indígenas del Comité sirve de fundamento y
justificación, de sostén y excusa para aceptar la del guerrillero con
estudios superiores. La resistencia a la explotación y la sabiduría
milenaria de los primeros permite a algunos núcleos sociales la
identificación con el segundo, que encarna al mítico héroe
revolucionario que estaba aletargado en sus conciencias después del
derrumbe del socialismo. Es de subrayarse, pues, que quienes simpatizan
con el EZLN en las urbes tienden a identificarse con Marcos, no
con los indígenas. Marcos es descrito como un guapo enmascarado
que prefirió el peligro de la oncocercosis y las balas a la comodidad
del Parnaso de Coyoacán; de los indígenas se nos recuerda, en una aguda
descripción, que tienen ojos de la cultura maya, ojos rasgados, ojos de
la selva. No es casual, por tanto, que el oportunismo partidista haya
escogido para el marketing pseudoneozapatista el pasamontañas del
subcomandante ladino y no los paliacates de la base indígena".
Esa mezcla de sentido común y de sinsentido, junto
con la amalgama de simplificada sabiduría milenaria y enteradas
coartadas posmodernas, forma parte de la complejidad del subcomandante,
de su imagen, que los medios han rescatado de maneras muy diversas.
Incluso Octavio Paz, autor de algunos de los textos
más severos con la fascinación que en una parte del mundo intelectual
despertaba el pasamontañas, llegó a reconocerle méritos al estilo de
Marcos, a diferencia de la retórica de nuestra politiquería tradicional:
"El lenguaje de los líderes del PRI es un lenguaje de
funcionarios: frases hechas de cartón y de plástico; el sub-comandante
Marcos, aunque desigual y lleno de subidas y caídas como un tobogán de
montaña rusa, es imaginativo y vivaz. ... A veces es chabacano y
chocarrero; otras brioso y elocuente; otras satírico y realista: otras
machacón y sentimental. Una prosa accidentada: elevaciones y batacazos.
Su fuerte no es el razonamiento sino la emoción y la unción: el púlpito
y el mitin" ("Chiapas: hechos, dichos, gestos", en Vuelta núm.
208, marzo de 1994).
En su revista, Paz reconocía el triunfo de la
retórica y del talento teatral que le habían permitido a Marcos ganar
los primeros meses del conflicto, al menos en la batalla sentimental,
pero real, por la llamada opinión pública. Delante de la palabrería con
frecuencia hueca del poder político y sobre todo, añadimos nosotros, en
un panorama de desconfianza por parte de un amplio sector de ciudadanos,
las epístolas del subcomandante y sus comparecencias en los
medios fueron atractivas para muchos entre quienes buscaban nuevas
certezas.
Signo de estos (movidos) tiempos. Hay quienes
consideran que la postmodernidad es coartada para abandonar todos los
paradigmas, lo cual significa hacer a un lado todas las utopías. El ya
mencionado Paz recordaba que, por lo pronto, en las reacciones
estupefactas o apresuradas en la crisis de Chiapas, que llegaron a
legitimar a la violencia como método, asistíamos "a la entronización del
lugar común y a la canonización de la ligereza intelectual".
Los medios de comunicación, cumplieron un
importantísimo papel para promover una conciencia nacional en contra de
una solución armada al conflicto en Chiapas. La preocupación social ante
la eventualidad de una solución de fuerza apareció rescatada, y
reflejada, en los medios de comunicación de masas. Esa, fue una de las
contribuciones más trascendentes de los medios y sus operadores, que
desde el inicio del conflicto respaldaron y quizá acaso también
propiciaron, la actitud del gobierno para concertar y no tratar de
doblegar al EZLN.
Al mismo tiempo, en la divulgación muy amplia de lo
que ocurría a partir del levantamiento armado, los medios propiciaron un
nuevo reconocimiento, social y nacional, de la pobreza que se padece en
ese y en otros estados del país. No es que la pobreza no existiera, o
que no se tuviera conciencia de ella. Sin embargo la crisis de Chiapas
obligó a voltear hacia el México más desposeído pero que, a pesar de la
modernidad que en tantos sentidos define al país (entre otros, en la
existencia de medios de comunicación tecnológicamente muy avanzados) no
siempre era recordado, o tomado en cuenta por la sociedad misma.
Pero los medios, también, contribuyeron a divulgar la
confusión sobre lo que sucedía en Chiapas y varios de ellos, en su
complacencia y falta de distancia crítica, formaron parte de las
condiciones, y de los actores, que animaron esa ligereza intelectual a
la que se refiere Octavio Paz. La facilidad con que fue admitida la
popularidad entre mítica y milenarista del subcomandante, nos
recuerda las limitaciones que se mantienen en el desarrollo de la
cultura política mexicana.
El personaje Marcos, por lo demás, puede ser evaluado
de muchas formas. Nos quedamos, por lo pronto, con la impresión que,
breve y contundentemente, fue descrita por Luis Miguel Aguilar (en
nexos núm. 196, abril de 1994):
"... Marcos remite más bien al sujeto que saca una
pistola en el restaurante y entre tiro y tiro nos tiene de rehenes
durante horas contándonos su vida, cómo ha luchado por su familia, lo
buen hombre que ha sido y, además, nos inflige varios 'chistes’".
Marcos y el movimiento neozapatista, mantuvieron como
rehén a una sociedad sorprendida y preocupada. Junto con ella los medios
de comunicación, aunque con excepciones, por su encandilamiento y
apresuramiento fueron también rehenes (pero sobre todo, rehenes de sus
propias limitaciones) en la crisis de Chiapas.